miércoles, 13 de agosto de 2008

Fiesta sorpresa

Es un cuarto grande; más bien un salón. Todos están escondidos y la luz está apagada. Si se presta suficiente atención, se puede escuchar el entrecortado sonido de las respiraciones expectantes. El silencio se hace total al escuchar el sonido de la llave del apartamento. Walter ha llegado. El aire parece cortarse con el aliento contenido de los presentes. La torta está en su lugar, estratégicamente colocada detrás del centro de mesa lleno de frutas. Ni bien Walter encienda la luz, todos saldrán de sus escondites y le sorprenderán en el día de su cumpleaños número cuarenta. Walter, sin embargo, no enciende la luz. Camina a tientas hasta el armario y guarda algo en él. La puerta del apartamento capta la atención auditiva de todos, pues alguien ha golpeado, desde el otro lado, con mucha suavidad. Walter, sin encender las luces, se acerca y abre. Es un predicador evangelista. Walter lo hace pasar y lo invita con un vaso de agua. El predicador intenta hacerle ver las ventajas de creer en dios, mientras que Walter busca la manera de seducirlo y convencerlo de lo ventajoso que sería para ellos ducharse juntos. Además, dice Walter, no hay nada que agrade más a dios que el sexo entre dos personas del mismo sexo, en especial si uno de ellos es creyente. Luego se corrigió, y dijo que sí había algo que agrada más a dios, y es la inclusión de niños y animales. Es allí donde ingresa el niño haitiano refugiado de guerra que Walter usaba como esclavo sexual y médico de cabecera, y comienza la sesión de zoofilia con el burro que el mismo pastor evangelista hizo aparecer de su biblia de bolsillo, luego de recitar unas cuantas palabras en latín. Ya desnudos, mientras buscaban las esponjas, los jabones y los salvavidas con forma de pato de hule, los invitados se dieron a conocer y alarmados le preguntaron a Walter qué estaba haciendo. Walter, sonriente, gritó << ¡Sorpresa!>> y puso sus manos en la cintura. Una vez hecho esto, comenzó a girar su cintura hasta dar un giro de 360 grados; luego saltó en un pie, se sentó en el piso y se dedicó a chuparse el dedo gordo del pie derecho. La gente que había preparado la fiesta sorpresa fue sorprendida, pero no por eso se arruinó el festejo. Todos, algunos antes y otros después, se unieron a la ducha colectiva. Uno por uno comenzaron a quitarse la ropa y a cantar canciones cochinas. Entre ellas hubo una versión muy inquietante de la marcha a la bandera. Uno de los presentes comentó "qué lejos que queda California". Otro, más interesado en los asuntos campestres, le comentó que en catalán, “noche” se escribe “nit”.
Mientras todos contemplan la escena una lluvia de muñecas barbie comienza a fluir desde el piso, al igual que gusanos, ticholos y árabes con turbantes. La sala se transforma en un lugar repleto, atiborrado de gente; pero altamente pluricultural. Accidentalmente golpea la puerta un extraterrestre, que dobló mal en los accesos de Nuevo París y terminó en el pasillo del edificio donde reside Walter. El dueño de casa interrumpió la acción y abrió la puerta. Le preguntó al extraterrestre qué deseaba, y éste le contestó que tenía que darle un mensaje urgente para la humanidad. En ese momento, pero en otra parte de la ciudad, pasaban muchas otras cosas.

1 comentario:

  1. Buena loquito, me hiciste reír y lo necesitaba bastante.
    Gracias.
    Mila ezker

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