miércoles, 1 de octubre de 2008

Circo


Hoy se me metió un circo en la mochila. En el ómnibus me moría de la vergüenza, porque el ruido de la música y el rugir de los tigres llamaban la atención de los pasajeros. En un momento, accidentalmente, uno de los trapecistas asomó la cabeza por un agujero de bala hecho por el hombre- bala. Por suerte nadie lo vio y quedé más o menos al resguardo de los malos comentarios de los demás.
Por otra parte, el número de los payasos era muy triste, no en tanto que mal efectuado, sino porque se basaba en el relato de la trágica muerte de la madre de uno de ellos y el suicidio de la madre del otro. Me puse un poco triste, pero no al extremo del llanto. Nadie en el ómnibus pareció notarlo.

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