lunes, 8 de diciembre de 2008

Vos sos mi enemigo


Quiero empezar por aclararte que no es nada personal. De hecho, no te conozco “como persona” fuera de tu círculo de trabajo, y es altamente probable que seas un sujeto comprensivo, sensible, agradable, honesto; un buen tipo, en definitiva.
Pero yo te conozco por tu faceta más horrible. Ante mí aparecés como un prepotente, arrogante, molesto, insensible y deshonesto inspector de COME S.A. No tengo claro cuál es tu tarea específica; no sé si te dedicás solamente a golpear con la monedita (que muchas veces los choferes no tienen, y necestarían para dar cambio a los pasajeros, pero vos por alguna razón siempre tenés) o si además controlás los horarios y la frecuencia de las unidades. Si te dedicás a eso debo decir que sos un completo inútil. Y si no te dedicás a eso, entonces, es porque no te da la cabeza ni para ser un completo inútil. Sos un inútil incompleto, mi viejo.
Porque vos hacés sonar la monedita contra el pasamanos cuando entrás por la puerta de atrás del ómnibus repleto, a las ocho y cuarto de la mañana, y decís "un pasito más que hay lugar" o "colaboren que hay otra gente que quiere subir y hay un horario que cumplir", y esa tarea ¡te toma cuatro minutos! ¡Cuatro minutos! Y mirá que te cronometré. Y lo hice varias veces. En eso te doy cierto crédito. Sos un relojito. Cuatro minutos para percutir con una monedita y decir dos frases cada vez que subís. Infalible.
No tengo clara cuál es tu idea general del espacio - tiempo, pero me parece realmente una porquería. Entrás con esa actitud prepotente y arrogante, como si llevar esa chaqueta con el cartoncito verde, rojo y blanco enganchado te diera autoridad sobre el pasaje, y sobre las personas en general. Decís "un pasito más que hay lugar" cuando claramente no lo hay. ¿Y yo a dónde me corro? ¿A otra dimensión? ¡En el fondo del coche no hay lugar! ¡Hay más gente!
Me queda claro que no tenés ideas claras ni precisas sobre el espacio- tiempo. Me pedís que me corra a un lugar que está ocupado por otras personas y me decís que esto lo debo hacer porque hay un horario que cumplir, ¡ mientras vos interrumpís el viaje! Si tu trabajo es ese, ¿por qué mejor no te ponés con un cartelito al costado del camino, que diga “pase al fondo del coche que hay lugar”? Pero eso no funcionaría, de seguro. -la gente no me haría caso- me vas a decir. La gente no te hace caso, loco. Ni te gastes. A veces pienso que nadie te mata porque estamos en Uruguay, es muy temprano a la mañana, y habría muchos testigos.
Y cómo te ponés si alguien se atreve a dirigirte la palabra para cuestionar lo evidente: -¿Por qué en vez de hacernos viajar como vacas al matadero no ponen más unidades?- Ahí sí que habría más espacio para "dar un pasito al fondo del coche". Ah, pero no. Ni bien se te dice eso te ponés como loco. Y salta la palabra clave: la empresa. -Bueno, eso a mí no me corresponde; eso es asunto de la empresa-. En ese momento me empieza a dar miedo. Es como en una de las novelas de Levrero, La Ciudad, donde se hablaba de La Empresa como algo exterior y desconocido, alrededor de la cual giraba todo un pueblo. Pero, pará un poquito. ¿Recién no eras la autoridad que me decía lo que tenía que hacer, a dónde tenía que moverme y porqué razón? Tan clara no la tenías entonces. Ay, ¡pero qué falta de respeto, un ciudadano común y corriente me habló a mí, el inspector!
No sé si esto te interese, pero tenés un lugar preferencial en mi lista de enemigos matutinos que eliminaría de la faz de la tierra, placenteramente, si tuviese personalidad psicótica.

Ya nos veremos mañana, cuando asomes tu cabeza por la puerta trasera y hagas sonar tu monedita.
Como ves, mis listas de enemigos son bastante específicas; sucede que tengo muchas, y la especificidad me sirve para mantener ordenadamente las personas e instituciones donde decido posar mi odio más sincero.

2 comentarios:

  1. JAJAJA

    Tas re quemado...cuando te enojás sos más gracioso....
    creo

    estoy demasiado cansado como para aportar algo.

    Abrazos mijo

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  2. Todo un tema vuestro transporte en Montevideo...y sé que es uno de tus preferidos, porque es con uno de los que más sufres. Sí sí.
    Es poco lo que podría aportar sobre el tema, porque durante el año que estuve viviendo en tu país no viajé más de diez veces, y nada extraño pasó. Salvo por LA VEZ QUE QUEDÉ COMO LA VASCA IDIOTA, ¿recuerdas pequeñín?
    ¡Y yo que iba a saber que esas postales que estaba repartiendo el tío ese no eran de regalo!
    Ya me pareció raro que nadie las aceptara, es que eran tan bonitas...
    si tu hubieras estado en el autobus junto a mí, todavía estarías riendo.

    Besos, laguna.
    agur

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