miércoles, 24 de marzo de 2010

Con mi gorro de maquinista

Con mi gorro de maquinista


Recorro el mundo en mi trencito de juguete.

Desde sus vagones de plástico, veo el paisaje;

veo las rocas de papel crepé,

las onduladas praderas de papel glasé

y las casitas de cartulina.


Con mi gorro de maquinista

manejo los destinos de mi cuerdomotora:

los rieles se entrecruzan, danzan, coquetean,

ensortijan su pelo y hacen caritas.


¡Afeitadoras azules cuelgan del techo!

Pendulean, imitando mal a las estrellas;

cortan el aire, rasuran el tiempo,

depilan la vida, y desfían a Alberto.[1]



[1] Alberto era el barbero del lugar; lamentablemente debió emigrar a otros pagos para intentar conseguir una vida mejor y garantizar el sustento económico de su familia.

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