miércoles, 28 de diciembre de 2011

Ama ganar (o anagrama: narcisismo y aburrimiento)

Abra, radio local:

la cabra dio lora,

al árbol, dio cara

¡Bala! La crió Dora,

la loba criadora.

Da calor, loba: ¡Ría!

Odiar al bar, loca;

Carol bailadora,

bailar o dar cola.

Ría: Lorca da bola.

¡Dio a la cal borra!

jueves, 22 de diciembre de 2011

Ventarrón

Miraba para afuera por la ventana
y me preguntaba,
y me pregunto,
en qué estarás pensando ahora
mientras yo veo acá, así, caer el agua.

¿Mirás por tu ventana con asombro,
con esa ingenuidad de las primeras veces,
los relámpagos esos
y las gotas que golpean los vidrios?

¿Sentís las ráfagas de viento
y oís las puñaladas finitas,
esos alfileres gotitas
que golpean el techo?
¿Te hacen erizar?

¿Sentís a lo lejos el zumbido del viento?
¿Sentís el olor a tierrita mojada?

¿No sentís la burla dulce y rencorosa
de las nubes grises,
justo antes de soltar su bomba de agua contra vos?

¿Sentís a lo lejos el zumbido del viento?
¿Sentís el olor a tierrita mojada?
Decime que sentís el olor a tierra mojada.
No me dejes sólo en esto, por favor.

jueves, 15 de diciembre de 2011

Que los extremos son malos (te amo)

Yo te amo pero con moderación;
es profundamente apolínea
la brújula que guía
nuestra relación.

Que los extremos son malos
me han hecho saber,
y en excesos amorosos
no quiero caer

Te amo, pero hasta por ahí nomás
que del amor a la locura
hay dos o tres pasos
y no hay vuelta atrás.

jueves, 8 de diciembre de 2011

Metametáforas

Hemos llegado al punto en que decir “no tenés corazón” literalmente- entiéndase “no posees un órgano que bombee sangre y te mantenga vivo”- es metáfora de “no tenés corazón” en tanto que “no tenés sentimientos”, que antes solía ser una metáfora de “no tenés corazón” en el sentido del primer ejemplo.

Se han invertido los términos. Se ha creado una metametáfora.

Esta metametáfora tiene tantos derivados que hasta da miedo: al decir, por ejemplo, que alguien es descorazonado, estamos diciendo, además de que sufre de una carencia de sentimientos –o incluso que es cruel-, que existe el verbo corazonar, por más que no lo usemos como tal. Se me objetará que puede existir un adjetivo sin que se deba deducir de ello un verbo; como no se me ha objetado aun, no me siento en la necesidad de justificarme.

El fantasma del descenso es un ejemplo claramente futbolero –que después de la poesía de telenovela parece ser el ámbito más propicio para la metametáfora- en el que intuyo un futuro similar. Los periodistas deportivos ante la cercanía de un equipo a la zona de descenso hablarán del nerviosismo, de la impaciencia de la hinchada, de la inminencia de la catástrofe: el fantasma del descenso vendrá a perjudicar al equipo en cuestión. ¡Lo mandará a la B! Tal vez en unos pocos años sea considerado, a la salida de las canchas de fútbol, como un ser que ya no es, como un espíritu, como un ser descorazonado, tenebroso, imprevisible, vestido con una sábana blanca como los fantasmas de Scooby Doo, como uno de los del Klu Klux Klan sin la capuchita ni los pensamientos horribles.

De corazón te lo digo, pero de corazón en serio, con el corazón en la mano, así, de corazón a corazón: la superstición medieval de origen griego que decía que los sentimientos se alojaban en la parte convexa del corazón ha llegado muy lejos. Desde la Edad Media hasta ahora. Muy lejos.

Es como seguir creyendo en dios.

jueves, 1 de diciembre de 2011

Algún que otro inoportuno rayo de sol

Volví a caer

en este amanecer,

aferrado a la lapicera

con las baldosas sucias

de mi vereda

haciendo de papel;


ando cargado de cuentos tintos,

de imágenes rosado-dulce,

de indecisiones y laberintos

en cajas de cartón;


justo me vine a caer

en este extraño amanecer,

atragantado con sueños dulces,

por querer dormir de apurado,

por soñar, soñar y soñar sin masticar.


Ahora entiendo porqué no duermo:

de tanto abrirles el corral

se me van escapando los sueños.


¿Cuál de ellos va a desafiar al resto

y va a meterse de vuelta en mi corral abierto?


Sólo queda la vigilia policía,

otra mañana miliquera,

y la implacable represión

de algún que otro inoportuno

rayo de sol.

lunes, 21 de noviembre de 2011

Migró

La única vez que la vi, ella estaba sentada en uno de los durmientes que hacen las veces de respaldo a los bancos de la estación. La vi de lejos, antes incluso de cruzar la calle; ella fumaba y fingía no verme, pero fingía mal.

-Hola- le dije, y me senté a su lado, también en el respaldo, para quedar a la misma altura.

-Te estaba esperando- me dijo. Luego dio una profunda pitada a su cigarro y me miró.

-La próxima vez que me esperes – le dije-, te convendría avisarme que me estás esperando.

Sonrió.

-Es que no sabía que te estaba esperando- me dijo, mientras hurgaba en uno de los bolsillos de su campera.

Me ofreció un cigarro que no acepté. Era extraño que no me tratara como un desconocido, que hubiese sido lo natural.

Era una tarde soleada; dijimos cosas, hicimos otras. Pero al rato el sol se fue y se puso fría la tarde. Se puso domingo la tarde.

El sol se había ido y ella también se fue; tal vez migró a un lugar más cálido que yo.

Las pajaritas sin domesticar, jamás regresan al mismo banco. Yo sí.

martes, 8 de noviembre de 2011

No digas bobadas


¡Shhhhhhhhhhhh! No digas bobadas,

no digas bobadas

que quiero mirarte;

vos actuá normal,

como si yo no estuviera mirando.


Sí, ya sé que es difícil,

pero dale,

no sé,

actuá normal

que yo te miro.


Porque sos más linda cuando sos así,

cuando hacés cosas de esas que...

De esas que hacen las que son vos

¿entendés?


Ya sé; hagamos esto:

vos mirás al cielo, como pensativa,

podés pensar si querés,

y yo te miro.


¡Pero no pienses en cosas feas!

No pienses en cosas feas

que cuando ponés cara de preocupada

me dan ganas de llorar.


No quiero llorar,

al menos no ahora,

ahora te quiero mirar.


Pensá en cuando eras chica,

pensá en la sensación esa,

la de volver de la escuela

corriendo con la túnica desprendida;


pensá en el café con leche

y en las galletitas,

en correr, en trepar;

¿ves? Es fácil.


Ahora quedate así,

que te quiero ver para siempre.

miércoles, 2 de noviembre de 2011

La estrategia de Raúl


Le había costado muchas horas de caminata y mucho más aun le había costado convencer a la gente con fiebre; bien se sabe que un afiebrado no acostumbra a vender su termómetro ni bien se ha tomado la fiebre y ha constatado que su temperatura corporal es alta. Pero pocos resisten la tentación de unos cuantos billetes a cambio de un aparato fácilmente remplazable invirtiendo menos plata de la que se recibe.
Raúl, con los quince termómetros marcando al menos 39 grados dispuestos en lugares estratégicos de su habitación, se tiró en la cama, satisfecho por saberse en condiciones de soportar el frío del invierno que se avecinaba

viernes, 21 de octubre de 2011

Por acá nomás


Vamos tirando las anclas
por acá nomás,
recién saliditos de la bahía;
es que me da pereza ya navegar,
ir pensando en qué color habría
si mezcláramos
tu bandera y la mía.

Te soy sincero,
a navegar le agarré bruto miedo,
y a vagar por el agua,
dejando tierra firme atrás,
mucho, mucho, mucho más.

Siempre hay un pirata de tu pasado,
que vuelve,
con caminar de capitán,
a reclamar tu timón.
Yo ya no quiero más.

No quiero seguir tu trayecto,
por tanto miedo,
acumulado,
por el pánico,
de volver a encallar.

Yo tiro mis anclas,
lo siento.
Yo tiro mis anclas:
capaz me da miedo tu libertad.

lunes, 17 de octubre de 2011

Beltrán y Losano


-Buenos días. Un gusto conocerlo- dijo Losano.
-¿Un gusto? Usted no experimentó gusto de ningún tipo al conocerme. Mintió- respondió Beltrán, mirando atentamente las manos de Losano.
-Con que estudia lenguaje corporal, ¿eh? Yo estudio también microexpresiones. Qué bueno poder encontrarme con un colega- replicó Losano.
-Usted no cree en lo que dijo. Acaba de alzar los hombros- sentenció Beltrán, entrecerrando los ojos.
-¿Está seguro? Señor...
-Beltrán. Estoy seguro sí.
-Parece estar seguro...Sin embargo siente ira hacia mí. ¿Lo incomodo? Ese puño apretado...
-¡Ahí! ¡Justo ahí! - exclamó Beltrán súbitamente.-¿Qué levantás la comisura de los labios mostrando desprecio, gil?- dijo Beltrán.
-Soltá otro emblema de esos con la mano derecha y te juro que te encajo un tiro.
-Bajame la cejita y poneme horizontal ese mentón, infeliz. Mirá que vengo cruzado y te surto. Qué tiro ni qué tiro.
-¡Ja! - grito Losano, satisfecho-; tuviste que tragar saliva ¿Acaso estás sintiendo alguna emoción fuerte? ¿Miedo, tal vez?
-¿Miedo a vos?- replicó enseguida Beltrán.
-Alzaste tus cejas. Claramente sabés la respuesta a la pregunta que me hiciste- concluyó Losano, señalando con su dedo índice las cejas de Beltrán.

Beltrán y Losano quedaron mirándose fijamente y no se dijeron más palabras. ¿Vaya problema para darle un final a esta historia, no?

martes, 11 de octubre de 2011

Creo que nunca conté por acá que escribo cada tres semanas en narcotráficodeorganos y me parece conveniente que lo haga, ahora, como un año y pico después de haber empezado.

domingo, 2 de octubre de 2011

Sepa disculparse

Sepa disculparse mi anarquismo:

la palabra "conquista" me resulta violenta
porque implica imposición,
y el día que quiera imponerte algo
pedime que arme mis maletas
y si querés, ni me digas adiós.

"conquista amorosa"
me resulta aun peor,
porque obligarte a que me quieras
es una doble traición

A mi me gusta más la federación,
un amor cooperativo,
un mutualismo venéreo;
quiero tu autodeterminación
tanto como la de los pueblos.

sábado, 24 de septiembre de 2011

Un joven llamado Randall (o Randallismo múltiple).


Randall estaba sentado en una de las sillas rojas de plástico, con los antebrazos apoyados en la mesita de plástico, con todos los cubos rubick desparramados.
-¡Randall! ¡Tiraste todos los cubos al piso! – exclamó Randall.
-No, Randall, todos no. Algunos están aun arriba de la mesa- replicó Randall. Randall lo miró con una mirada temible. Pero Randall no le temió, y le dijo precisamente eso:
-Randall, yo no te temo.
-No se trata de temer- interrumpió Randall desde el otro extremo de la sala. –Se trata de respetar y de respetarnos.
Randall, que abría la puerta de la enfermería y entraba a la sala, se sorprendió de la imagen con la que se encontró.
-Randall…-dijo con tono de madre fastidiada con las travesuras de un hijo.
-Qué- replicó Randall, desafiante.
-¿Qué, qué? – le respondió Randall, con tono de buscapleitos.
-¡Una mosca!- exclamó Randall, señalándole a Randall la ubicación del insecto en cuestión.
-No hay tal mosca, Randall; es una avispa. Dejame que la mato.
-¡Por dios no! – gritó Horacio, entrando súbitamente a la sala.
Randall lo miró.
-Perdón. Claramente estoy sobrando acá- dijo Horacio, y se fue por donde vino.

viernes, 16 de septiembre de 2011

La idea


La idea, entonces,
es agarrarte de la mano,
tomar carrera y saltar bien fuerte,
para que el vuelo me desprenda
de toda esta mierda,
de toda esta historia,
de todas las fotos que no puedo borrar.

¿Entendés?

Es abrazarte bien fuerte,
apretujarte contra mí,
y que me pases esa libertad,
esa despreocupación.
Quiero un abrazote de esos
que te cortan la respiración,
de esos que te dejan doliendo,
de esos que te hacen pensar:
“ta, sí, estoy vivo”

O sea que la idea
es correr de acá para allá,
soltando risotadas a destiempo,
de esas que alimentan
a la risotada siguiente.

Alimentame.

Alimentame con una mirada de esas,
con tus ojos clavados en mi boca;
tengo hambre, ¿sabés?
Tengo hambre
de cachetes colorados
y sonrisas de vino;
de estar arrinconados,
contra un muro, en silencio
mirando cómo la lluvia,
empapa la vereda.

En fin: ya amaneció,
me gustás y te necesito.

martes, 23 de agosto de 2011

Machucones


Saqué la bici con mucho cuidado del galpón. Apreté ambas ruedas para verificar que estuvieran infladas –no muy infladas, solo lo justo- como me había enseñado mi papá.
Abrí la puerta del fondo y llevé la bici con mucho más cuidado aun hasta la puerta del frente. En casa se irritaban fácilmente si alguien rayaba los muebles con los pedales de una bici.

Mis abuelos me cuidaban por las tardes, mientras mis padres estaban trabajando; mis abuelos insistían en que anduviera en la bici por la vereda de mi casa, pasando frente a la puerta para que ellos de a ratos pudieran verme. Creo que esto último lo sugirió mi abuelo, y era una alternativa bastante más provechosa que la de mi abuela: no salgas hasta que venga tu madre. Eso era igual a no salir, porque mi mamá venía de trabajar cuando ya casi anochecía.

Mi bici roja, con espejitos colocados por mi papá en ambos manillares y una bocina de plástico roja y blanca, estaba en la vereda. Yo cerré el portón, y me subí. Eran tal vez las dos de la tarde y había sol.

Mi juego preferido por aquella época era imaginar que en vez de una bici, yo manejaba un ómnibus. Encontraba la tarea de manejar un ómnibus fascinante. Mi bici, a pesar de ser roja, casi siempre era un ómnibus de COPSA, compañía de ómnibus que me gustaba y que rara vez tomaba. Cuando iba a la casa de mis otros abuelos, en Las Piedras, íbamos en un 4d de CODET, y yo veía pasar muchos de COPSA a los que rara, rara, rara vez pude subir.
La cuestión era sencilla: yo recorría la cuadra, frenando en la puerta cada dos casas o cada dos portones de jardín, para levantar pasaje. Levantar pasaje suponía detenerme lentamente, acercándome con cuidado hacia la casa, poner mis dos pies en el suelo y girar el puño del manillar izquierdo como si doblara hacia la izquierda, atravesando la rueda en mi camino, y permitiendo de ese modo que los pasajeros subieran. Como era un COPSA, cuando daba la vuelta por el lado del cordón de la vereda, iba muy rápido, porque yo había visto que esos ómnibus iban más rápido que los de mi barrio. Y yo quería manejar esos que eran más rápidos.

A veces en mi cuadra había más niños jugando en sus bicis, pero si bien compartíamos el lugar físico, no todos jugábamos a lo mismo. Me consta que ellos no levantaban pasaje. Un par de hermanas que vivían en la vereda de enfrente venían a mi vereda porque era más lisita, y podían jugar carreras entre sí. Una de ellas era ya grande para andar en la vereda, pero creo que le gustaba ganarle a su hermana más chica. Un amigo mío, también más grande, andaba en bici por el mismo lugar que yo, pero no por jugar, sino por presumir frente a la más grande de las hermanas. Otro niño, de la vuelta de mi casa, venía a la misma vereda porque no tenía árboles y era lisa, entonces podía acelerar en su bici nueva rodado veinte, y andar con una mano sola, o sin manos, cruzado de brazos. Éste último era un peligro para mí porque sus maniobras ponían en riesgo mi tarea. Por suerte tenía los espejitos para saber si estaba por sobrepasarme y saber si iba a poder levantar mi pasaje en paz. No fuera cosa de accidentarse.

Esta vez no había otros niños. Estaba yo solo porque era temprano y algunos iban a la escuela de tarde. Después de un buen rato de idas y venidas por mi cuadra, me metí unos metros en la vereda de la calle de al lado para dar la vueltita y volver a mi cuadra. Cuando mis abuelos me vigilaban afuera, en el jardín, si mi vueltita tardaba más de lo esperado, mi abuela al verme pasar me reprochaba algo, mientras que mi abuelo miraba en silencio y tal vez le decía a mi abuela que no era para tanto.
Ese día, sin niños en la calle ni abuelos en el jardín, di la vueltita en la vereda de la calle de al lado y bajé por la entrada del auto del vecino. Era una de las calles menos transitadas del barrio, probablemente; una vez allí, apoyé mis dos pies en el suelo y acomodé ambos espejitos. Apoyé mi pie izquierdo en el pedal y con todo mi cuerpo tomé impulso para empezar a pedalear. Por la calle.
Crucé mi calle y no fui detectado. Había un repecho importante, así que aceleré lo más que pude para alejarme del campo visual que mis abuelos podrían tener desde la casa. El entusiasmo y la adrenalina me hicieron superar la primera cuadra de repecho sin ningún problema. Cuando llegué a la esquina donde desembocaba una calle paralela a la de mi casa, reduje la velocidad y luego me frené. Apoyé mis dos pies en el suelo, miré por el espejo retrovisor izquierdo y me decidí a abandonar la seguridad que me daba andar bien cerquita del cordón como me había aconsejado mi papá. No venía nada. Doblé a la izquierda por una calle que se llama Tosti. Allí, si bien no había repecho, había perros. Y de los perros que te persiguen mordisqueándote las piernas cuando pedaleás. Yo sabía cómo proceder, porque mi papá me había dado también instrucciones al respecto: se pedalea antes de llegar a la zona de los perros callejeros, luego, se deja uno llevar por el impulso que logró antes y no pedalea; los perros, de ese modo, no te persiguen.
Tenía la teoría, pero era mi primera vez solo y tenía que ponerlo en práctica. Pasé por entre medio de los perros sin mover una sola vez los pedales y ellos no me perseguían, pero faltando diez metros para llegar a la otra esquina me estaba frenando y no tuve más remedio que dar un par de pedalazos rápidos y silenciosos. Uno de los perros me ladró y amenazó con perseguirme, pero ya estaba demasiado lejos de mí.
Al llegar a Marconi doblé a la derecha y seguí pedaleando bien fuerte porque también había repecho, aunque la calle estaba más lisa y no tenía que preocuparme por esquivar pozos.
Una nena estaba en la vereda, peinando una muñeca. Yo disminuí la velocidad para ver si ella estaba esperando el COPSA, pero como siguió peinando la muñequita distraídamente, seguí andando.
Media cuadra más tarde, en Santos –una calle en donde pasaban más autos- me bajé de la bici y crucé caminando, llevando la bici tomada por ambos manillares y tratando de no pegarme con los pedales en la pierna. Cuando ya estaba del otro lado, me subí y seguí por Santos andando hasta la siguiente cuadra. Allí doblé a la izquierda y como había bajada, di unos pedalazos veloces y bien fuertes para agarrar velocidad. Ahí también había perros y la cuadra era más larga, así que a pesar de la bajada, tenía que asegurarme de tener el impulso suficiente.
Una vez en la otra esquina –Tosti, nuevamente-, tuve que levantar mis piecitos de los pedales y pasar más despacio porque esa esquina estaba inundada por agua podrida y musgo, y era verdaderamente peligrosa. Decían que muchos de la escuela se habían caído en esa esquina. Yo no quería caerme, no solo por el miedo al golpe y al ridículo, sino a tener que explicarles a mis abuelos el porqué de mi mugre de agua podrida si en realidad debía estar andando sequito en mi vereda.
Crucé el charco con mucho cuidado y después seguí pedaleando más rápido. Pasé por la plaza y vi a mis amigos jugando a la pelota, así que fui bien rápido hasta la siguiente calle y doblé hacia la izquierda. Anduve como 100 metros más por la calle hasta llegar a mi cuadra, subí por la entradita de auto del vecino y dí una vuelta más del COPSA para disimular.
Luego, entré a casa a toda velocidad, dejé la bici en el galpón y logré convencer a mis abuelos de que me dejaran ir a jugar a la pelota. Cuando me dijeron que sí, me cambié los championes y me abrigué –mi abuela insistió en eso- y me salí corriendo con todas mis fuerzas hasta la plaza a jugar a la pelota. Sabía que quedaba poco rato para que empezara a anochecer y viniera mi abuelo a buscarme; faltaba poco para que me mirara los machucones en las piernas y me dijera mientras volvíamos: “tenés que soltarla antes, sino te van a pegar siempre”.
De ahí, tres cuadras hasta casa, caminando con promesas de café con leche y galletitas. Y con la expectativa de tener suerte y salvarme del baño.

viernes, 12 de agosto de 2011

Picaflor


La computadora está encendida.

El hombre termina de prepararse:

traje gris,

zapatos negros tan lustrados que encandilan,

chalina púrpura anudada al cuello

y pañuelo del mismo color

asomando por un bolsillo del saco.

Antes de tomar asiento, un último toque:

un poco de fragancia francesa

detrás de las orejas.

Estira sus dedos y los hace sonar.

Allá va,

de ventanita en ventanita,

va volando

el picaflor de msn.

lunes, 1 de agosto de 2011

Las verdaderas aventuras de Darío 3: Evangelización

-(...) y vas a vivir a su lado, el resto de la eternidad.

-A ver si te entendí… ¿los de tu religión creen que un zombi cósmico judío que era su propio padre y nació de una mujer que no tuvo sexo para concebirlo y lo llevó en su panza por obra de su padre –osea de él mismo- y luego lo dio a luz, y resultó que tenía superpoderes y podía curar a la gente , y que nos podemos comunicar con él telepáticamente, y si comemos simbólicamente su carne y bebemos simbólicamente su sangre nos va a dar vida eterna y nos va a quitar un mal que él mismo puso ahí algunos años antes cuando una mujer –que nació de una costilla- lo hizo enojar al comer una fruta prohibida de un árbol mágico porque una serpiente que hablaba le dijo que lo hiciera?

-…

-¡Ah! ¡Me olvidaba de los niños voladores con alas y de los señores con túnica que con dos palitos colocados en forma perpendicular con respecto uno del otro y un poco de agua mágica sacan espíritus malos malos malos del cuerpo de la gente!

-… No vine aquí a que me tomen el pelo.

-Pero no te vayas, todavía no me contaste la parte del arca donde había dos animalitos de cada especie, y por lo tanto había también peces, a pesar de que estaba todo el planeta inundado de agua y el único lugar sin agua era precisamente el arca, y que había incluso depredadores que bien podrían haberse comido a otros pasajeros del arca pero que decidieron no hacerlo; ni tampoco me contaste de esos tipos que vivían seiscientos años cuando el promedio de vida era la mitad que ahora, ni de ese que vivió adentro de una ballena –perdón, no una ballena, “un pez muy grande” …porque una ballena sería ridículo.

¡Por favor no te vayas! ¡Me estás convenciendo!

lunes, 25 de julio de 2011

Techo cuarto menguante

Cojo poco y pienso mucho;

eso es nunca

una buena ecuación.


El frío de la mañana

me distrae,

el solcito de la tarde

me contiene


pero las nochecitas,

interminables,

y silenciosas,

-¡mierda que son silenciosas!-

cada vez me entristecen más.


Es una tristeza agridulce,

o tal vez es amarga

y yo masoquista,

pero al final, ¿sabés qué?

Te termina gustando.


Estas noches son un sofá,

uno cómodo, profundo,

de esos que te hunden,

agradablemente,

cómodamente,

silenciosamente,

en su interior.


Mi luna es un techo.

¿Cómo no va a ser mi luna un techo,

si ya ni abro la persiana?


Hundido en el sofá

no se mira para afuera.

viernes, 15 de julio de 2011

Las verdaderas aventuras de Darío 2

Honestidad: vino y azúcar.

Lamento profundamente admitir que la honestidad es uno de esos valores que mis abuelos y mis padres me han transmitido y yo he asimilado diligentemente, desde temprana edad.

Quiero creer que yo tenía más de ocho años cuando comencé a tomar agua con vino y azúcar como bebida habitual de los almuerzos y las cenas; sí, otros le dicen “sangría” a eso, pero en mi casa se le llamaba “agua con vino y azúcar”, o tal vez “agua con vino”, del mismo modo que a lo que otros llaman “limonada” en mi casa se le llamaba “agua con limón”; nunca logré vincular esta simplificación enunciativa, sin embargo puedo decir que sospecho algo de simpleza canaria, canaria de las islas; lo del agua y el vino, en cambio, sospecho que viene de más al norte.

A los diez años (si es que la estimación inicial de los ocho años era correcta) pasé a ser el encargado oficial de preparar el agua con vino. Mi tarea era distribuir el vaso de vino tinto suelto en los cuatro vasos de agua de la canilla, echarle las cuatro cucharadas de azúcar (en cuchara de sopa) y revolver. La cuestión es que si mi memoria no me falla, eso se hizo tan rutinario que mi tarea no estaba bajo supervisión de ningún adulto, de modo que bien pude haber variado las proporciones del “agua con vino” para usarlo a mi favor (esto es, poner más vino, naturalmente). Pude haberlo hecho, pero nunca lo hice. Ni se me ocurrió. Y eso es lo más doloroso. No pasaba por mi cabeza violar una reglita estipulada de proporciones, a los diez años. Realmente me fastidia eso. En especial porque hubiese necesitado ese aumento en la dosis de vino, verdaderamente. Escuela católica. Monjas. Dios. Noé, inundación, muerte de todos los seres humanos y animales con excepción de la familia de Noé y de los animalitos que había en su arca, Abraham, simulacro de sacrificio de niño porque dios quiere que le prueben la fe (te enterás que es simulacro al final), Moisés, bebé viajando en canasto por un río para evitar ser asesinado como el resto de los bebés, dios enojado, pestes, muertes de egipcios, plagas, esclavitud, latigazos, faraones con maquillajes exagerados que daban miedo, desiertos, calor, sufrimiento, bastón, serpiente, satanás, Jesús, más niños asesinados para evitar que naciera el mesías, traición, tortura, dolor, crucifixión, sangre, espinas en la frente chorreando sangre que le cubría la cara, latigazos, sed, vinagre, muerte, resurrección (pero con un agujero en el costado y un apóstol metiendo un dedo para sacarse las dudas)…y yo sin vino. Y yo con un mísero vasito diluido en cuatro de agua.

Que pendejo obediente y pelotudo.

domingo, 3 de julio de 2011

Una buena costumbre

Miguel estaba en el piso, con la espalda contra la pared, arrinconado. Las ventanas, firmemente cerradas, apenas permitían que se oyera el ruido de la lluvia torrencial y el zumbido del viento. Miguel sostenía la cuerda con sus manos temblorosas –el efecto de la morfina empezaba a desvanecerse- cuando unos golpes en la puerta interrumpieron la acción. Solamente podía ser Laura.

Lentamente Miguel se incorporó, dio unos pasos a tientas a través de la penumbra del lugar llevándose por delante un banquito, y finalmente logró llegar a la puerta para abrirla.

-Hola- dijo Laura, mirando la cuerda que Miguel aun conservaba en sus manos. -¿Otra vez?- preguntó, entrando al diminuto apartamento. Miguel se hizo a un costado y la dejó pasar. Luego, tiró la cuerda sobre la cama.

-Llueve- dijo Laura, quitándose el pilot empapado.

-Nunca voy a poder hacerlo si seguís viniendo- dijo finalmente Miguel.

Laura le sonrió y comenzó a calentar agua para el mate en la garrafita. Laura acostumbraba evitar que Miguel se suicidara. Además preparaba buenos mates amargos.

jueves, 2 de junio de 2011

Que so pretexto

Que so pretexto
de una supuesta lucidez
no te consuma el fatalismo.

Que so pretexto
de una niebla densa
que vos mismo te inventás
no te confunda la amargura.

Que so pretexto
de mirar con atención
donde se debe
nada más que mirar por arribita,
no te mastique
el desencanto y la tristeza.

¡Ja!

¿Y a esta hora de la noche me lo decís, hijo de puta?

viernes, 13 de mayo de 2011

Si yo fuera millonario 1

Si yo fuera millonario elegiría la casa de algún amigo, o algún conocido, y por la noche mandaría colocar un baño químico (o uno que venga a parecérsele) frente a su casa, en la vereda. A la noche siguiente, mandaría colocar un sillón (cementado a la vereda), una mesa (con algunas revistas esparcidas encima), un televisor de cartón frente al sillón y contrataría a un grupo de actores vestidos con los colores de algún equipo de fútbol que pasarían la noche mirando la tele en la vereda, tomando cerveza y comiendo una picada, comentando jugadas, indignándose periódicamente por alguna supuesta mala decisión arbitral y finalmente entrando en un éxtasis casi religioso al celebrar un gol de su equipo.

Es de presumir que mi amigo o conocido va a llamar a la policía, de modo que tendré que tomar la precaución de invertir un poco de dinero en la comisaría de la zona.

viernes, 6 de mayo de 2011

Mudanza

Andate.


Por favor,

agarrá tus cosas,

y andate.


Andate. En serio.


Salí de mi cabeza;

salí por mis fosas nasales,

o si querés,

por mis orejas.


Pero andate.


Andate, por favor. Agarrá tus cosas

y andate.


O andate sin tus cosas,

la cuestión es que te vayas,

que me liberes la cabeza

de tu presencia.


Liberame la cabeza.



¿ “Liberame la cabeza”?

¿Ves lo que me hacés decir?


Andate por favor. Andate.


“Liberame la cabeza”. Sólo falta que diga

“de fiesta” para ser un hippie de mierda.


¡Salí!


¡Salí de mi cabeza!


Necesito un poco de tu no presencia.


Tu no presencia de mañana,

cuando abro mis ojitos;

tu no presencia a la noche,

cuando froto mis pies

tratando de cerrar mis ojos.


Tu no presencia.


Te lo imploro. Salí de mi cabeza.

Voy a dejar de escribir acá,

para que puedas ir saliendo.

lunes, 2 de mayo de 2011

La estación del ferrocarril

El ruidito de mis championes arrastrando pedregullo

es tan tentador,

que al pasar por la estación

no puedo caminar por el caminito asfaltado;

además, el pedregullo está junto a la vía,

y a mí me gusta la vía,

nostálgica,

rodeada de plantitas,

de pastitos,

así, tan sugerente.


Porque esos rieles sugieren.


Todo, sentado al solcito en un banco de la estación, sugiere;

pero los rieles, los que vienen para acá y los que van para allá,

sugieren mucho más.


Es increíble cómo da gusto

sentirse pensador en el banquito de la estación.


¡Vino un tren!

¡Vino un tren!


Llega gente.


Y a mí en este rato, muchas otras cosas se me han ido.

sábado, 30 de abril de 2011

Apariciones

Anoche te me apareciste; es decir, soñé contigo. Había pasado bastante tiempo desde la última vez, pero estabas igualita: tan vos, tan real, tan fresca, tan linda, tan vos. Una lástima que el sueño terminó. Esta vez tampoco me dio el tiempo para matarte.

jueves, 28 de abril de 2011

Las verdaderas aventuras de Darío 1

Hoy, conversando con dos alumnos, tuvimos la siguiente idea, que en Castellano sería algo así:


Tres personas ingresan a un restaurante –según lo que planificamos éramos JI, Lloviznita y yo-; Lloviznita llevaría con ella una cartera, dentro de la cual habría un ratón muerto, probablemente blanco; una vez servidos nuestros platos (tallarines era una de las opciones) JI sacaría el ratoncito muerto del bolso de Lloviznita y lo colocaría disimuladamente dentro de mi plato de tallarines; yo, simplemente sería el encargado de llamar al mozo y decirle la gloriosa frase:

-Mozo, hay un…un ratón muerto en mi plato.

Mi cara debía ser, naturalmente, de asco y de indignación; pero una indignación elegante, es decir, una indignación de esas que te hacen parecer un inglés. Mientras yo debía estar enterándome de qué manera nos resarciría el restaurante conversando con el mozo, Lloviznita y JI harían caras de desaprobación y menoscabo en relación a la atención al público del establecimiento, principalmente negando con la cabeza y mordiéndose el labio inferior, mirando a los clientes de las mesas más cercanas.

¿Por qué? ¿Para qué? No está del todo claro. Creo que hay algo de Macedonio Fernández ahí; algo de reírse con el proyecto aunque nunca se vaya a concretar.

O speakings que se tornan surrealistas porque los libros de inglés contienen temas de discusión para nada interesantes.

martes, 26 de abril de 2011

“De todo en el mundo, lo verdaderamente trágico es el Olvido, y de éste, lo más desesperante es que no se lo advierte: el gradual insidioso advenimiento de la conformidad."

Macedonio Fernández.

jueves, 21 de abril de 2011

Aljibe


Ni eco había.

No había luz, no había sonidos,

no había paredes en las que apoyarse,

no había techo a la vista.

No había vista.

El suelo casi no se sentía,

pero había sensación de encierro.

Ni movimiento había.

Había frío. Eso sí: había frío.

Era Domingo de tarde.

sábado, 16 de abril de 2011

El grupo

Hubo una vez un grupo de personas que se reunía a recordar a sus muertos. Se citaban en determinado lugar y formando una ronda contaban los detalles más tiernos, más curiosos y más peculiares de sus abuelos muertos, de sus padres, de algún tío o de algún desafortunado amigo.

El tiempo pasó, y decidieron propagar la idea; cada uno de los miembros del grupo invitó a un conocido suyo, que a su vez invitaba a un conocido que invitaría también a un conocido. De este modo y en poco tiempo, el grupo de personas que se reunían a recordar a sus muertos estaba compuesto por muchas personas que no se conocían entre sí, lo que hizo las reuniones aun más interesantes por la ausencia de conocimiento previo del difunto a recordar.

Se reunían ya de a pares, de modo rotativo, y se contaban las historias mutuamente; por otra parte nuevos miembros conocidos de conocidos de miembros seguían llegando y la práctica se volvió interesante y dinámica. Siempre había alguien nuevo de quien escuchar una historia o alguien nuevo a quien referirle una.

Con el paso del tiempo, los miembros del grupo fueron formando sus familias –algunos de ellos tuvieron muchos hijos- y la reunión para recordar a sus muertos se hizo tradición que se extendió a sus hijos, que también participaban de las reuniones.

Poco a poco, los miembros iniciales se hicieron abuelos, y los hijos padres; después -ordenadamente, como para no dificultar la tarea de los que referirían sus historias- se fueron muriendo. Hubo un grupo de gente entonces que se reunía a charlar sobre aquel grupo de gente que se había decidido a recordar a sus muertos en reuniones como las que ellos mismos tenían.

Un muchacho que consideraba la muerte materia de chistes por la ilusión de inmortalidad que la juventud brinda, comentó con cierta gracia: lo bueno de este grupo es que nunca va a faltar tema del que hablar.

martes, 12 de abril de 2011

La morfina lo desbalancearía todo

Que el cafecito a la mañana

para despertarse antes de ir a trabajar;

que el cafecito después del almuerzo,

para volver al trabajo más o menos despierto;

que el cafecito en el trabajo,

para no andar con sueño;

que el cafecito de vuelta a casa,

para acompañar la merienda;

que las pastillas para dormir,

y las de no imaginar gente;

que el vino a vomitar

en la noche del sábado.


balance perfecto de sustancias.

jueves, 7 de abril de 2011

L8

Revisando en un cuaderno viejo, encontré esto. Pre Ábacos. Totalmente Pre Ábacos:

Gárgolas y duendes me aspiran el cuarto con una aspiradora blanca como la nieve. Como la nieve con desesperación mientras miro el espectáculo con atención. Kon Aten Zion dice llamarse la joven de Timor Oriental que practica poses de Ninja con un tubo de luz. Tuvo de luz y tuvo de noche todo lo necesario; este fue un día especial. Hundía “Especial”, también “Regata” y a qué mentir, también “Santa María”( las tres naves más importantes de la naval boliviana) ante la mirada atenta de mi rival en la Batalla Naval que se venía desarrollando en el papelito. Le dije “L8”.

miércoles, 6 de abril de 2011

Ta; ya entendí.

Porque mi novio es muy
Porque mi novio me dijo que
Porque mi novio va a
Porque mi novio piensa que

Ta; ya entendí.
Ni siquiera lo intento.

lunes, 4 de abril de 2011

Interpretaciones

Lo interpretaste mal al Che, flaco: cuando dice "hay que endurecerse sin perder la ternura jamás", no se está refiriendo a meterse merca y andar abrazado a un osito de peluche. En serio te digo.

martes, 29 de marzo de 2011

A propósito del uso de groserías

A propósito del uso de groserías debo confesarme, sin orgullo, demasiado inglés Victoriano; vergonzosamente apolíneo. Rara vez digo “malas palabras”. Será quizá un residuo inconciente de mis días en la escuela católica. Vaya a saber uno.

Cuando insulto, así esté solo en el lugar, lo hago bajando el tono de voz abruptamente.

miércoles, 23 de marzo de 2011

Antes

-Me hubiese gustado contarte esto antes, papá- dijo Marcos, con la mirada hacia abajo.

Hizo una pausa, y luego agregó, con la mirada fija en la lápida:

-Tengo novio, papá. Y soy feliz.

Juan, que sostenía tembloroso el paraguas para protegerse de la lluvia, tomó la mano de su novio y se la apretó.

lunes, 21 de marzo de 2011

Esos pelos revueltos

Me encantaría revolverte

todos esos pelos locos que tenés,

pero me quedo mirando tu cuello,

a tres asientos de distancia.


Me encantaría revolverte

esos pelos locos que tenés,

pero ¿sabés qué? Ya me bajo.


Yo soy de esos que siempre

tienen que bajarse una parada antes.

miércoles, 16 de marzo de 2011

Que no se puede creer.

A esa altura mi remera blanca

había tomado más vino que yo;

casi todo se movía, alternando

verticales con horizontalidad.

Adentro se oían ruidos,

un blblblblblllblblrrblblblbl de guitarra eléctrica,

y algún que otro

tu tu pá, tu tu pá.

Afuera los murmullos y la montonera

no me privaron de verla

caminando hacia mí (nosotros):

la caja de vino y yo.

Me pidió un trago y se sentó a mi lado;

me dijo “armo un tabaco”

y yo me largué a reír;

siempre me da gracia cuando me relatan

lo que van haciendo.

Le dije que yo no fumo, y me miró con desconfianza.

Sacó su celular negro, y lo dobló por las puntas;

metió adentro el tabaco, babeó los bordes

y los empezó a pegar.

Era una noche con estrellas que ya se movían menos,

había un calor horrible , pero no la pasaba mal.

El celular/ hojilla empezó a derretirse,

y los dedos de la botija se empezaron a enchastrar.

“¡Cerda! ¡Mirá cómo tenés los dedos!”

le alcancé a gritar. Parecía chocolate derretido.

Se rió y me miró a los ojos:

“tendrías que ver

el enchastre que tengo de alma pa dentro”

me respondió.

No solo estaba buena: se emborrachaba bien.

No le dije que era linda, ni preciosa, ni divina;

no le dije “Princesita” , ni “muñeca”, solo la miré.

Tengo entendido que las princesas

generalmente no estaban buenas,

se revolcaban con los hermanos,

y con los primos, para conservar

el elegante retardo de la nobleza.


No le dije “Princesita”.


Le dije “no te digo Princesita

porque no estaban buenas,

y vos estás que no se puede creer.

domingo, 13 de marzo de 2011

Bar

-Los hombres tristes tienen su encanto- le dijo, mirando directamente a sus ojos con una expresión sugestiva. El joven bebió su sexto vaso, o tal vez su noveno o undécimo de la noche, acodado a la barra, junto a la muchacha; apenas podía pensar, entre la música, las luces y el mareo.

Sin embargo, lo hizo. Y su pensamiento esperanzador –concluyó él luego- debió quitarle esa tristeza encantadora de la que hablaba ella, porque en cuestión de minutos la muchacha estaba a las risotadas con un muchachote en apariencia más tonto y menos triste.

Tal vez- pensó luego, mientras llenaba torpemente su vaso- nada de eso tenía que ver con la tristeza.

jueves, 10 de marzo de 2011

¿Yo?

¿Paz? ¿Paz, yo? No, no. Y mucho menos "paz interior". Estás confundiendo paz con simple lentitud.

viernes, 4 de marzo de 2011

Una vez me dijo Aurelio

Una vez me dijo Aurelio que pensar era algo improductivo; pensar de verdad, comprender por ejemplo que un tenedor está compuesto en última instancia por residuos aleatorios del polvo de lo que alguna vez fue una estrella; entender que el tenedor y el cuchillo que sostenemos en las manos para comer, alguna vez fueron luz, partículas que vagaron por la inmencidad del universo durante tanto tiempo que hasta cuesta imaginarlo.
Me dijo que hay veces que conviene callarse. Me dijo que la lucidez del fatalista, que esa amargura a carcajadas, no es bien vista en los foros de las buenas personas, de los correctos, de los balanceados, de los alineados, de los que saben cómo distraerse bien. Poco a poco voy aprendiendo a saber cuándo debo callarme y cuándo hablar.
Poco a poco.

lunes, 28 de febrero de 2011

Me dijo

Me dijo que a mí me gustan las mujeres que no me quieren ni me van a querer, porque soy masoquista y siento placer en el dolor; que me boicoteo, y que eso es por no sé qué de la sobreprotección maternal durante un estadio crítico de la infancia. No entendí mucho; por suerte mi madre entró al consultorio y espantó a la psicóloga a escobazos.

lunes, 21 de febrero de 2011

Papergirl

Era temprano a la mañana. Estaba un poco frío, pero el sol templaba el día y la niña no estaba dispuesta a permitir que una brisita fresca y un pronóstico del tiempo desfavorable a sus intereses la viniese a privar de arrancar el día con una sonrisa. Se puso una camperita, agarró la bici -cuya bocinita probó antes de montarse; el "clin clin" que produjo la dejó satisfecha-, se colgó la mochila con sus implementos de trabajo al hombro, y se largó a pedalear.
Iba con el torso erguido, recto, agarrada del manillar con las manos bien estiradas; tenía su ceja derecha arqueada, el mentón apenas levantado y sus ojos alternaban miradas hacia la izquierda y la derecha, con el orgullo del primer día de trabajo. Los temores arcaicos de perros agresivos ensañados con los bicirepartidores como ella no afectaban su orgullo ni su lenguaje corporal. El primer mundo y la posmodernidad, ya no tan arcaicos, sino más bien actuales, afectaban un poco el acto mismo de lanzar el periódico; ella imaginaba que sacar los periódicos de la mochila y lanzarlos sería tan divertido como el trabajo que de hecho tenía que hacer. Ya nadie lee en papel; sacar pequeñas notebooks de la mochila para tirarlas al buzondenotebooksparaleerdiarios de cada hogar no es lo mismo que enrollar un diario con olor a tinta y tirarlo con toda la fuerza, sin dejar de pedalear. Pero es el primer mundo, y todo es digital, todo es nuevo, todo cambia.
-Hay que adaptarse- pensaba ella, mientras sacaba otra notebook y la tiraba a una casa sin buzondenotebooksparaleerdiarios- ; al menos es divertido ver como estos aparatitos negros se abollan al caer.

jueves, 10 de febrero de 2011

Falacia para silenciar moralistas

¡Qué linda!

-¡Ay! ¡Pero es muy chica! ¡Debe tener dieciséis!

-¿Y? Yo solo dije que era linda, nada más; si hubiese dicho “qué fea” vos no me hubieses dicho que era chica ¿no? ¿No ves que edad y belleza son variables independientes?

martes, 1 de febrero de 2011

Del campito a los colores

Había demasiada luz solar para mi gusto, pero el calor era aun soportable; la primavera recién comenzaba. Estaba en la parada, esperando el 582 para ir a trabajar. A unos pocos metros había una hermosa muchacha de mi barrio. Le hablé y me habló. Podría decirse que entablamos una conversación, aunque las preguntas siempre las hacía yo, y las respuestas, amables y no monosilábicas como sucede con otras mujeres lindas, provenían de ella. Logré atraer su atención en algún momento promediando la charla porque recuerdo que alguna pregunta me hizo. Tal vez fue solo cortesía y no interés real, pero en cualquiera de los dos casos la conversación se vio favorecida.

Llegó el ómnibus y ella también se lo tomó. La charla duró tan solo seis paradas, porque ella se bajó en Sayago, despidiéndose amablemente. Inmediatamente después comencé a buscar mi mp4, para continuar un viaje en soledad cuando –ahora lo lamento-divisé a un muchacho conocido, en el fondo del ómnibus. Se me acercó y me saludó efusivamente. Jugábamos juntos al fútbol cuando éramos chicos; de hecho, éramos rivales casi siempre.

Luego de responder cosas como “¿en qué andás?” o “¿qué es de tu vida?” y oír sus respuestas a las mismas interrogantes, sucedió lo que me impulsó a escribir éstas líneas: el descubrimiento.

-Venías hablando con una botija- me comentó, con un desagradable tono cómplice.

-Sí. ¿Es linda, viste?- dije yo, casi disculpándome por la obviedad de mi respuesta. Sin embargo:

-Sí, yo que sé. Para mí es demasiado gordita. Y demasiado negrita para mi gusto.

Pocas cosas me han dado tanto asco como la cara que puso cuando dijo eso. En ese momento fue cuando descubrí que aquel grandulón y torpe defensa que me marcaba en el campito se había transformado en un racista arrogante. Y no me gustó descubrirlo.

-A mí me gusta. Pero decime: ¿qué es ser “demasiado negrita”?- le pregunté. Como no me respondió enseguida (o tal vez con mi apresuramiento no le di tiempo de hacerlo) , agregué:

-¿Hay grados de negréz? ¿Cuándo deja de ser “demasiado negrita” para ser “aceptablemente negrita”?

Naturalmente me dijo que no era racista, que no era tan así. Yo la verdad que no sé, pero me bajé de ese ómnibus y caminé al trabajo con una tristeza de esas que te hacen arrastrar los pies y dejar los brazos caídos. Descubrir que alguien que uno sospecha parte de un pasado inofensivo termina formando parte de un presente ofensivo, no está bueno. Mucho menos si encima cuestiona mis gustos.

Nota: No he vuelto a conversar con la muchacha en cuestión. Hemos cruzado algún “holacomuandás” de esos que se sueltan sin dejar de caminar, y pude notar que sigue siendo igual de linda, gordita y negra. Al señorito desagradable no lo he vuelto a ver. Tampoco a su paleta de colores.