jueves, 27 de enero de 2011

Eromena

-Fue todo muy clarito, lo sé; todo muy claro, como debe ser, y te lo agradezco, pero en ese momento que te miré a los ojos dudé y me imaginé qué pudo haber pasado si la claridad esa se disipaba.

-Che, le estás hablando a tu mano.

-No. Te estoy hablando a vos.

-Yo soy tu mano.

viernes, 21 de enero de 2011

Vacaciones

Día 1

Nota uno: Ajenjo.
El ajenjo no tiene la mejor de las relaciones con algunos de mis órganos. El ajenjo de origen Francés tiende a ingresar lentamente, a tragos precavidos pero incendiarios por la boca, y a salir rápidamente, horas más tarde, por el mismo lugar.

Nota dos: Mito.
Que caminar en la arena es recomendable cuando uno tiene una rodilla inflamada es un mito. Pude comprobar que no solo aumenta la inflamación, sino que aumenta también el dolor, considerablemente.

Nota tres: Arena.
Está todo bien con la arena cuando es de noche. Y está todo más que bien cuando la luna está así de preciosa.

Nota cuatro: Juego.
Caminar por la playa, descalzo, de noche y con los ojos cerrados resultó ser extremadamente divertido; en especial resultó divertido caminar por la orilla y sentir el sonido de las olas que reventaban cerca. Sentir el "tsss" del agua llegando a mis piecitos descalzos fue divertido.

Día 2

Nota uno: Novedad.
Caminar por la arena blanda no tiene poderes curativos como dije antes, pero hoy descubrí que sí tiene un poder similar: caminando con mi rodilla inflamada pisaba distinto, mal, y terminé agravando una vieja lesión en el tobillo, de modo que no hubo más dolor en la rodilla (o al menos no "recordé" que me dolía) porque mi tobillo decidió tomar protagonismo.

Nota dos: Distancias.
Cuando mis amigos dicen "queda acá nomás", no queda "acá nomás"; queda lejos.

Nota tres: Luna y árboles, para variar.
Si bien la luna estaba preciosa y grandota, fue difícil seguirla con la mirada; lo mismo sucedía con las copas de los árboles. Habían demasiados pozos y era fácil tropezar.

Día 3

Nota uno: Hoy fue mi tercer día sin café. No puedo. No es humanamente posible mantenerse despierto sin café. Definitivamente no me gusta el mormonismo.

Nota dos: La falta de café me ha quitado las ganas de escribir estas notas.

Día 4

Nota uno:

domingo, 16 de enero de 2011

Lo inevitable

Antes escribía cosas que me causaban gracia porque me parecía lo único que valía la pena.

Después me enamoré de Florencia, pero ella estaba enamorada de otro, y ahí me di cuenta que el amor –en especial el amor negado- es un tema inevitable.

Y se murió mi abuelo, y me di cuenta que lo peor no es enterarse que alguien que querés y te acompañó toda tu vida se murió, sino descubrir en los actos más mundanos que no va a estar más y que el mundo sigue andando como si nada. Escribir sobre esa sensación, o motivado por esa sensación, también es inevitable.

Y ahora no solo escribo cosas que me causan gracia, pero cuando lo hago, me produce más placer y lo hago con más entusiasmo. Mis carcajadas parecen desesperadas, pero son carcajadas nomás.

martes, 4 de enero de 2011

El que mata, tiene que morir

El que mata, tiene que morir. Así lo escuché en la tele. Y la verdad, da para pensar. Digo, yo lo hice. Y entonces:

El que mata, tiene que morir. Pero el que mata tiene que morir en serio. En serio de veras.

Entonces si alguien mata, ese tendrá que morir, pero ese alguien que tiene que morir tendrá que ser matado por otro alguien, y ese otro alguien habrá matado, de modo que tendrá que morir. Pero entonces, ¿quién lo matará? Otro alguien que también tendrá que morir será quien se haga cargo del asunto, y ya alguien deberá hacerse cargo de matar al que se hizo cargo del asunto, dejando entonces la necesidad de que otro alguien mate a quien mató, y a la vez, sea matado por haber matado, por otro que habrá de ese modo matado y deberá ser matado por haber matado. Y así.

Peeeeeeeero, no hay que quedarse en la cortita. Hay que analizar el tema en profundidad: el que mata, puede matar directamente o indirectamente; es decir: puede darse el caso de que en un crimen haya un autor material, y un autor intelectual. Lo mismo sucede en este caso de “el que mata, tiene que morir”. “Quien manda matar, también tiene que morir”. Entonces, quien mande matar, ¿deberá ser matado o deberá ser mandado matar? ¿Qué vacío legal, eh? Yo creo que tendría que ser mandado matar por alguien que será el autor intelectual que será mandado matar por otro que seguirá luego su suerte, siendo el segundo eslabón de una cadena que permitirá la existencia de dos grupos de gente que tendrá que morir: por un lado los que matan, y por otro los que mandan matar.

Y todo terminará, seguramente, cuando estemos todos menos uno muertos y el informativo se quede sin televidentes y sin contenido.

O, cuando encaremos un poquito el asunto y nos demos cuenta que matar está mal, y que decir “el que mata tiene que morir” y seguir como si nada porque después de todo “yo no lo voy a hacer, va a ser el Estado” o “lo resolverá la Sociedad” es de hijo de puta, de cobarde, de cínico, de fascista, de imbécil, de no-humano, de inmoral.

Me parece.

sábado, 1 de enero de 2011

Hablan

Hablan.


Veo dos pajaritos en la plaza,

dando saltitos graciosos,

uno sigue al otro,

y chillan

dulcemente.


Hablan. Un tipo dice no sé qué,

del fin del mundo, de los mayas,

de los extraterrestres

y de lucifer.


Los pájaros vuelan,

pero al rato vuelven;

no sé si serán los mismos,

pero hacen lo mismo.


Hace rato que no hablo,

hace rato que no miro,

pero ya habrá alguien que lo haga por mí.


Hablan.


Los pajaritos se fueron de nuevo;

podría decir que me fui con ellos,

pero no sería cierto.

Es que se está muy lindo acá,

mirando,

sino, hubiese volado.


Decenas de árboles que nos dan sombra,

hojitas que se mueven,

despreocupadamente

con la brisita esta que sopla.


Hablan. Los Mayas.


El pasto es lindo. Tiene ese verde amarillento,

seco y melancólico.

Mierda, pensar que yo crecí acá,

en esta misma plaza, en este mismo lugar.


Hablan. Profecías.


¡Los pajaritos!

saltan, vuelan;

en serio parece que se persiguieran.


Hablan.

Pienso.


Me viene el calor.

Me saco la remera, el pantalón;

me desnudo.


Hablan.


Me arranco la piel

con mis uñas de lobo;

me expongo en carne viva

y no es suficiente.


Hablan.

Aúllo


Nadie ve nada.

Será que la piel en mi mano es transparente.