martes, 1 de febrero de 2011

Del campito a los colores

Había demasiada luz solar para mi gusto, pero el calor era aun soportable; la primavera recién comenzaba. Estaba en la parada, esperando el 582 para ir a trabajar. A unos pocos metros había una hermosa muchacha de mi barrio. Le hablé y me habló. Podría decirse que entablamos una conversación, aunque las preguntas siempre las hacía yo, y las respuestas, amables y no monosilábicas como sucede con otras mujeres lindas, provenían de ella. Logré atraer su atención en algún momento promediando la charla porque recuerdo que alguna pregunta me hizo. Tal vez fue solo cortesía y no interés real, pero en cualquiera de los dos casos la conversación se vio favorecida.

Llegó el ómnibus y ella también se lo tomó. La charla duró tan solo seis paradas, porque ella se bajó en Sayago, despidiéndose amablemente. Inmediatamente después comencé a buscar mi mp4, para continuar un viaje en soledad cuando –ahora lo lamento-divisé a un muchacho conocido, en el fondo del ómnibus. Se me acercó y me saludó efusivamente. Jugábamos juntos al fútbol cuando éramos chicos; de hecho, éramos rivales casi siempre.

Luego de responder cosas como “¿en qué andás?” o “¿qué es de tu vida?” y oír sus respuestas a las mismas interrogantes, sucedió lo que me impulsó a escribir éstas líneas: el descubrimiento.

-Venías hablando con una botija- me comentó, con un desagradable tono cómplice.

-Sí. ¿Es linda, viste?- dije yo, casi disculpándome por la obviedad de mi respuesta. Sin embargo:

-Sí, yo que sé. Para mí es demasiado gordita. Y demasiado negrita para mi gusto.

Pocas cosas me han dado tanto asco como la cara que puso cuando dijo eso. En ese momento fue cuando descubrí que aquel grandulón y torpe defensa que me marcaba en el campito se había transformado en un racista arrogante. Y no me gustó descubrirlo.

-A mí me gusta. Pero decime: ¿qué es ser “demasiado negrita”?- le pregunté. Como no me respondió enseguida (o tal vez con mi apresuramiento no le di tiempo de hacerlo) , agregué:

-¿Hay grados de negréz? ¿Cuándo deja de ser “demasiado negrita” para ser “aceptablemente negrita”?

Naturalmente me dijo que no era racista, que no era tan así. Yo la verdad que no sé, pero me bajé de ese ómnibus y caminé al trabajo con una tristeza de esas que te hacen arrastrar los pies y dejar los brazos caídos. Descubrir que alguien que uno sospecha parte de un pasado inofensivo termina formando parte de un presente ofensivo, no está bueno. Mucho menos si encima cuestiona mis gustos.

Nota: No he vuelto a conversar con la muchacha en cuestión. Hemos cruzado algún “holacomuandás” de esos que se sueltan sin dejar de caminar, y pude notar que sigue siendo igual de linda, gordita y negra. Al señorito desagradable no lo he vuelto a ver. Tampoco a su paleta de colores.

4 comentarios:

  1. Justo ayer fui testigo del despliegue de un pseudo-debate en uno de esos programas televisivos por la mañana al respecto de la discriminación en nuestro país... obviamente no llegaron a ninguna conclusión, pero se dejó entrever en enseguida como se le complica al uruguayo formular un enunciado en que se haga referencia a un homosexual o a un negro e intentar que no denote ni contenga un término que sea considerado discriminativo... varios hasta tuvieron esguinces mentales.

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  2. Sí. En este caso, fue la cara del muchacho lo que denotaba el racismo, no tanto sus palabras, que bien podrían ser consideradas como "Poco felices" y nada más.
    Cuidado con mirar muchos programas televisivos de la mañana. Hacen mal.

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  3. Es que vos tenés cada gustos también.

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