sábado, 16 de abril de 2011

El grupo

Hubo una vez un grupo de personas que se reunía a recordar a sus muertos. Se citaban en determinado lugar y formando una ronda contaban los detalles más tiernos, más curiosos y más peculiares de sus abuelos muertos, de sus padres, de algún tío o de algún desafortunado amigo.

El tiempo pasó, y decidieron propagar la idea; cada uno de los miembros del grupo invitó a un conocido suyo, que a su vez invitaba a un conocido que invitaría también a un conocido. De este modo y en poco tiempo, el grupo de personas que se reunían a recordar a sus muertos estaba compuesto por muchas personas que no se conocían entre sí, lo que hizo las reuniones aun más interesantes por la ausencia de conocimiento previo del difunto a recordar.

Se reunían ya de a pares, de modo rotativo, y se contaban las historias mutuamente; por otra parte nuevos miembros conocidos de conocidos de miembros seguían llegando y la práctica se volvió interesante y dinámica. Siempre había alguien nuevo de quien escuchar una historia o alguien nuevo a quien referirle una.

Con el paso del tiempo, los miembros del grupo fueron formando sus familias –algunos de ellos tuvieron muchos hijos- y la reunión para recordar a sus muertos se hizo tradición que se extendió a sus hijos, que también participaban de las reuniones.

Poco a poco, los miembros iniciales se hicieron abuelos, y los hijos padres; después -ordenadamente, como para no dificultar la tarea de los que referirían sus historias- se fueron muriendo. Hubo un grupo de gente entonces que se reunía a charlar sobre aquel grupo de gente que se había decidido a recordar a sus muertos en reuniones como las que ellos mismos tenían.

Un muchacho que consideraba la muerte materia de chistes por la ilusión de inmortalidad que la juventud brinda, comentó con cierta gracia: lo bueno de este grupo es que nunca va a faltar tema del que hablar.

5 comentarios: