domingo, 14 de octubre de 2012

Las huellas



Iba pensando en que las huellas
te llevan siempre para atrás.

No me animaba a girar la cabeza
y al retrovisor allá adelante
no alcanzaba a mirar.

No pude ver si nos seguías o no.
Ni tan importante era.

Paró de llover y yo paré de pensar;
le dije al tachero “cóbrese”
y le di todo lo que tenía.

Ya no llovía
y yo sólo quería sentir
el olor a la lluvia que se había ido.

Caminé por el costado de la ruta,
crucé el puente,
algunas cabezas se asomaban
y miraban, curiosas.

Llegué al pueblo de nuestra infancia,
pero no estaban las mismas casas,
no vi a la misma gente
ni los mismos árboles,
y, por supuesto, no estabas vos.

Ahí opté por pensar
que el pasado y el futuro
a lo mejor se juntan
en algún lugar.

Y pensé, emprendiendo la vuelta,
que el regreso
es el acto humano más rebelde,
pero aun así
es uno de los más inútiles.

Volví al pueblo.
Ya no había nada para mí.

sábado, 6 de octubre de 2012