domingo, 7 de abril de 2013

Milonga para un Otoño


Que no me podés entregar
un corazón apagado,

y que si falla el del costado
no hay nada que conversar,

lo sabe tanto don Alfredo,
como bien claro lo tengo yo.

Pero es que el Otoño
se me trepa por la espalda

y me susurra al oído
algún que otro crujir de hojas lindas,
resecas,
de las que se aplastan al caminar.

Y sobre todo me susurra,
en los silencios,
en mis miradas perdidas,
en los recesos de la evasión,

que por acá, alguna vez, estuviste vos.

Y yo nunca fui bueno soltando la mano
a lo que ya no está.