miércoles, 29 de enero de 2014

De esos que escriben así

Sí, estoy en el siglo equivocado.

Sí, siento como propias,
derrotas ajenas.

Sí, perdí en la guerra civil del 36,
y me masacraron a balazos
cabalgando con Mahkno
en las afueras de Guliay Pollie.

Sí, dije.

Porque se me llenan los ojos de lágrimas
cuando pienso en mi abuelo,

porque me entristecen las vías vacías
y el silencio absoluto de domingo
en la estación de trenes de Peñarol

y porque inexplicablemente
todavía me apuñala la culpa
cuando miro con deseo
a una que no es vos;

porque me enternece hasta erizarme
escuchar de noche
Milonga para una niña
y Louse House at Kilkenny,
de los Dubliners,
cuando se larga a llover.

Un nene muy imbécil, sí,
de esos a los que les duele
no saber qué hubiera pasado
con la mujer que les cruzó una mirada
y no vieron nunca más.

Uno de esos.

Muy inmóvil,
muy dorso de mano en la frente,
muy vino,
muy noche,
muy silencio,

y poca cosa más.



De esos que escriben así.

domingo, 12 de enero de 2014

Anoche soñé que te mataba

Anoche soñé que te mataba. 
Soñé que me llenaba las manos de sangre, lentamente, mientras te apuñalaba con mano firme, decidido, mientras clavaba mi cuchillo en tu estómago, con profundidad. Luego en tu cuello, luego en tu pecho. Sangre había, mucha sangre; fluía, desde dentro, pero también desde el cuchillo hacia a vos. Volvía a vos la sangre que de vos había salido.

Después soñé que caminábamos por un campo, una pradera podría llegar a ser; íbamos de la mano, dando saltitos, vos con el cuchillo clavado en tu pecho, y yo con una mochila de acampar, de esas grandotas. Vos tenías, ahora que recuerdo, un gorro de lana con orejeras; era blanco con manchitas negras. Te quedaba muy cómico. El clima igual no justificaba que lo estuvieras usando.

Empecé luego a sentir olor a quemado. La pizza se estaba cocinando demasiado en el horno. Dejé rápido el bebé de plástico arriba de la mesa y corrí a sacarla del horno. Me puse un repasador que encontré, lo enrollé en mi mano, como si estuviese vendando una herida, y saqué la asadera donde estaba la pizza.
Cuando llegué a la mesa, con la pizza ya en un plato, vos estabas jugando con las servilletas, girándolas con el dedo índice, pensativa. Cuando me viste me sonreíste y me dijiste algo. Estabas muy linda.


Cuando me desperté pasó lo que pasa siempre cuando me despierto.