domingo, 30 de agosto de 2009

David Cross

Extractos, lamentablemente traducidos por mí, de David Cross, Passion of the Cross



“(…) Sí, así que son los representantes de dios. Eso quiere decir que…bueno….dios se coje a niños pequeños. ¿No? Si vos tenés mil y algo de sacerdotes, de los que sabemos, solo los que sabemos, registrados como cojedores de niños, y ellos son los representantes de dios, eso quiere decir que dios es un cojeniños.

Tal vez, tal vez eso les dé una explicación a todas esas madres amargadas que están al costado del ataud de su hijo, diciendo “o señor por qué te lo llevaste a una edad tan temprana, el era tan inocente” Sí, todos ellos están allá en el paraíso, sirviendo a los curas y a dios. Sí, tiene que ser así, ¿no? Esa sería una explicación.

Pero es culpa de esos gurises, vamos. Sabemos que es a ellos a los que hay que culpar. Que tienen que compartir la culpa es lo que digo. Ellos ya saben. Los gurises vienen tan avivados hoy en día. Ellos son los que se sientan en el confesionario a tentar al sacerdote de cualquier manera. El cura está ahí sentado y vienen estos botijas y te dicen: “lo siento padre, perdóneme, he pecado” ¿Cómo no te lo vas a coger? ¿Cómo no te lo vas a coger? En serio. Vos harías lo mismo si estuvieras en un confesionario, y se te prohibiera tener sexo por el resto de tu vida, estarías igual de tentado. Estás ahí sentado, en frente a esos pequeños, inocentes, pero traviesos ojitos, y con esa mirada de “ay, ay, no sé que estoy haciendo con este culito apretadito, rosadito y virgen” mirándote fijo. ¡Dios lo hizo! ¡Dios lo hizo con ese culito precioso! ¡No me digan nada a mí! (…)”

martes, 25 de agosto de 2009

La mujer de los dos corazones

Él tomó un cuchillo, trazó un círculo profundo alrededor del corazón, y se lo arrancó.

Quedó con su corazón en las manos.

Las extendió, velozmente, sin pensar, o tal vez pensaba sintiendo, y le entregó su corazón a ella.

Ella lo tuvo en sus manos; lo miró, lo observó con cuidado, lo acarició.

Él era feliz.

Ella, luego, con mucho cuidado de no dañarlo, le devolvió el corazón, imitando con sus manos la forma de un recipiente.

Él lloró. Ella lloró.

Él tomó el corazón y se lo volvió a colocar en su lugar.

Ella creyó que el corazón había sido devuelto al hombre;

jamás llegó a entender que ese corazón aun le pertenecía.

A los corazones que se regalan es imposible devolverlos.

martes, 18 de agosto de 2009

Palabras al niño ingenuo

Un niño sonriente ve algo arriba del armario.

Se estira, pero no llega.

Salta, pero no lo alcanza.


El niño mira hacia arriba del ropero.

Como esperando algo de colaboración.

No recibe ninguna. El niño piensa.


El niño toma una silla y se para sobre ella.

Se estira, peligrosamente, y alcanza a ver encima del ropero.

No hay nada allí.


El niño llora. No puede manejar la frustración.

Se siente responsable de su propio fracaso,

Pero aun no sabe expresarlo con palabras. Con lágrimas sí.


¡Bienvenido, niño, al mundo real!

¡Ya vendrá alguien a mentirte contándote que la ilusión

de encontrar algo allí arriba te impulsó a superarte!


¡Ya te van a decir que el camino es el destino,

y que arriba del armario no había más que ilusión!

¡Es mentira!


¡Esto es el fracaso, pequeñín!

Y andá acostumbrándote a buscar cosas

que no vas a poder conseguir.


Acostumbrate a perder y a llorar como un condenado,

porque después de todo, chiquito, en verdad,

vos estás condenado.

domingo, 9 de agosto de 2009

Velocidades

En el mundo actual todo es urgente. Todo tiene que ser ya. Ahora mismo y sin retrasos. A eso se le llama posmodernidad. Bien, entiendo. Mas hay algo que no alcanzo a comprender con una exactitud suficiente que me permita vivir en paz. ¿Por qué en casi todos los ámbitos de la vida que se rigen con criterios de competencia, gana el más rápido? ¿Cuál es el origen de semejante idea? ¿Cuándo surgió esa idea que hace girar al mundo y que podría resumirse en la ecuación rápido = mejor?
Por la relación íntima con las competencias deportivas, estoy tentado a decir que surgió en Grecia, pero no tengo ni el menor sustento histórico para hacerlo. Es por esa razón que prefiero preguntar, en lugar de responder.
Si acordamos (cosa que asumo será así) en que la ecuación rápido = mejor se aplica al deporte y a la vida cotidiana, se hace imprescindible pensar un poquito en las razones que nos motivan a ser más rápidos, es decir, mejores, en casi todo lo que hacemos a diario.
Si Freud tenía razón en sus dos postulados principales (en el de tomar merca seguro que tenía razón), y la vida sexual rige nuestras conductas, hay algo que no entiendo. En el aspecto sexual, en el acto sexual propiamente dicho, la rapidez no es el atributo más deseado. Diría que todo lo contrario; o quizá debiera decir que no es la rapidez el atributo más deseado sino más bien la resistencia. En fin, si nuestra sexualidad y el uso que hacemos de ella afectan tanto nuestras vidas cotidianas y nuestra psique, deberíamos darle una segunda oportunidad a otros valores, como la lentitud, la resistencia y la perseverancia.
Pero podemos volver al deporte también. ¿Por qué no una carrera de 100 metros llanos donde gane el que llegue último? En la última mitad del siglo 20 el record mundial de 100 metros llanos ha bajado tanto, que las carreras no duran más de 9 segundos. ¡9 segundos! ¿Y a qué se debe? A que ganan los más rápidos. Si la carrera tuviese como triunfador a aquel que llega en última instancia, le agregaríamos un juego psicológico a la carrera que en el modo de disputa actual no se consigue; ese juego psicológico consistiría en hacerle creer al otro competidor que uno va a avanzar para que también avance y nos rebase.
Claro está que ya alguno, rápidamente (como todas las cosas estúpidas que hacemos), va a objetar que la carrera no tendría final, pues es altamente probable que con el propósito de que ninguno de los competidores pierda, todos permanezcan parados e inmóviles en la línea de partida. Para eso están las reglas, mi viejo. ¿O acaso en las carreras donde ganan los más rápidos no hay reglas que prohíben por ejemplo salir antes de tiempo para llegar antes a la meta? Bueno, es solo cuestión de impedir reglamentariamente que los competidores se queden inmóviles por más de un segundo y listo.
¿Quién decidió que el que resuelve primero un "pienso" en la escuela se merece un sote, y aquellos que lo resolvieron después, no? ¿No cabe la posibilidad de que en algunos casos la rapidez no indique necesariamente un mérito envidiable? ¿Será acaso la velocidad un sustituto para dios y el decrépito fanatismo religioso que lo acompaña?
Es por eso que no me molesta ser lento. Es por eso que cuando me enfrento a una situación de competencia intento no llegar primero. Es por eso que camino despacio. Es por eso que demoro en terminar los parciales, exámenes o demás instancias de control mental fascistoide. Soy lento. Y somos muchos más de los que se cree.


¡LENTOS DEL MUNDO, UNÍOS!

martes, 4 de agosto de 2009

Yo sueño

4 de Agosto de 2009; querido diariote:



El sueño empieza con la noticia de que el gobierno de Chávez “clausuró” millones de radios y canales de televisión porque es un tipo malo malo muy malo, malo. Veo imágenes televisivas de él con su boina acompañado por otros militares entrando velozmente, abriendo las puertas de una emisora de radio a las patadas. Hasta ahí, un sueño guionado por un reportero de la CNN.

Luego paso a estar dentro de la televisión, o más bien, percibo como si yo estuviese llevando adelante un programa televisivo. Se trata, en apariencia, de un documental de ganadería; en el programa en el que me encuentro estoy entrevistando a una serie de ganaderos acerca de algún tema que no logro recordar. Uno habla de cómo es su tarea y dice que es uno de los mejores ganaderos de la región y del mundo. Está vestido de traje azul, camisa blanca y corbata negra. Parece tener más de sesenta años, tiene el pelo de color gris y usa lentes. Luego hablo con otro, que no tiene traje como el anterior; está de blanco, con una camisa blanca raída, o tal vez color crema, que sentado en una roca me muestra el lugar y me explica su denominación y el porqué. Me dice que en una zona, a la que señala con un dedo y que puedo corroborar está llena de árboles y parece un monte, es un “MH, monte in…perdón, MI, monte inhabitado” me dice. Después de que dirijo otra mirada a mi interlocutor, vuelvo a mirar el lugar en el que estamos y constato que se ha transformado en una isla. El monte y la pradera se mantienen iguales, del mismo modo el hombre y yo; solamente siento que estamos en una isla. El hombre me propone una actividad y me dice que debo de tener cuidado con el monte, porque es peligroso. Luego me señala hacia el monte, (en ese momento soy capaz de ver agua de fondo y me doy cuenta que la isla es pequeña), donde veo a un grupo de indígenas que baja de una canoa y se mete en fila, corriendo, en el monte. Al rato el tipo me propone ir a hacer algo, o tal vez a retirarnos. Lo pierdo de vista. Lo hayo, o lo intuyo, muerto, asesinado. Al rato, yo me veo atacado por los indígenas. Me tiran flechazos que esquivo, como puedo. Recuerdo haber corrido, y luego haberme lanzado al suelo, quedando boca arriba.

Segundos después ya me veo fuera de peligro. Miro hacia atrás, y veo el mar mucho más cerca de lo que lo veía antes, a pesar de estar seguro de encontrarme en la misma posición que antes. Cerca de mí, en el suelo, veo una mochila y un libro de tapa blanca con la cara del conde de Lautréamont. Lo miro, y reflexiono en voz alta. Digo “no es mi raza” y vuelvo a mirar al agua y luego al libro.