El que mata, tiene que morir. Así lo escuché en la tele. Y la verdad, da para pensar. Digo, yo lo hice. Y entonces:
El que mata, tiene que morir. Pero el que mata tiene que morir en serio. En serio de veras.
Entonces si alguien mata, ese tendrá que morir, pero ese alguien que tiene que morir tendrá que ser matado por otro alguien, y ese otro alguien habrá matado, de modo que tendrá que morir. Pero entonces, ¿quién lo matará? Otro alguien que también tendrá que morir será quien se haga cargo del asunto, y ya alguien deberá hacerse cargo de matar al que se hizo cargo del asunto, dejando entonces la necesidad de que otro alguien mate a quien mató, y a la vez, sea matado por haber matado, por otro que habrá de ese modo matado y deberá ser matado por haber matado. Y así.
Peeeeeeeero, no hay que quedarse en la cortita. Hay que analizar el tema en profundidad: el que mata, puede matar directamente o indirectamente; es decir: puede darse el caso de que en un crimen haya un autor material, y un autor intelectual. Lo mismo sucede en este caso de “el que mata, tiene que morir”. “Quien manda matar, también tiene que morir”. Entonces, quien mande matar, ¿deberá ser matado o deberá ser mandado matar? ¿Qué vacío legal, eh? Yo creo que tendría que ser mandado matar por alguien que será el autor intelectual que será mandado matar por otro que seguirá luego su suerte, siendo el segundo eslabón de una cadena que permitirá la existencia de dos grupos de gente que tendrá que morir: por un lado los que matan, y por otro los que mandan matar.
Y todo terminará, seguramente, cuando estemos todos menos uno muertos y el informativo se quede sin televidentes y sin contenido.
O, cuando encaremos un poquito el asunto y nos demos cuenta que matar está mal, y que decir “el que mata tiene que morir” y seguir como si nada porque después de todo “yo no lo voy a hacer, va a ser el Estado” o “lo resolverá la Sociedad” es de hijo de puta, de cobarde, de cínico, de fascista, de imbécil, de no-humano, de inmoral.
Me parece.