La única vez que la vi, ella estaba sentada en uno de los durmientes que hacen las veces de respaldo a los bancos de la estación. La vi de lejos, antes incluso de cruzar la calle; ella fumaba y fingía no verme, pero fingía mal.
-Hola- le dije, y me senté a su lado, también en el respaldo, para quedar a la misma altura.
-Te estaba esperando- me dijo. Luego dio una profunda pitada a su cigarro y me miró.
-La próxima vez que me esperes – le dije-, te convendría avisarme que me estás esperando.
Sonrió.
-Es que no sabía que te estaba esperando- me dijo, mientras hurgaba en uno de los bolsillos de su campera.
Me ofreció un cigarro que no acepté. Era extraño que no me tratara como un desconocido, que hubiese sido lo natural.
Era una tarde soleada; dijimos cosas, hicimos otras. Pero al rato el sol se fue y se puso fría la tarde. Se puso domingo la tarde.
El sol se había ido y ella también se fue; tal vez migró a un lugar más cálido que yo.
Las pajaritas sin domesticar, jamás regresan al mismo banco. Yo sí.
De alguna manera todos volvemos al banco, quizás la cosa es que volvemos en días distintos
ResponderEliminarta, me salé , ¿no?
S.H.
Un par de quejas:
ResponderEliminar1) ¡Sacaste lo gnomos de la barra lateral! ¡Buuuuu!
2) Todos tus héroes son hombres ¿Estás en contra de las mujeres? ¡Machista! ¡Mala persona! ¡Querés que todas las mujeres se mueran!
S.H. Te salaste sí. Habría que ponerse de acuerdo en volver los sábados. Es un día cómodo y no tan triste como los domingos, creo.
ResponderEliminarAquí van pues, Anónimo dijo... el par de respuestas a sus quejas válidas:
1)Del mismo modo que habían venido, los gnomos se han ido. No tengo control sobre ellos,y me inclino a pensar que ellos tienen más control sobre mí. De modo que no los he- técnicamente- sacado.
2)Es cierto que mis héroes son todos hombres; mis heroínas, en cambio, son todas mujeres.
El resto de las acusaciones las acepto, siempre y cuando se incluyan mi antisemitismo, mi racismo y mi testigodejehovafobia a la lista.