Sí, estoy en
el siglo equivocado.
Sí, siento
como propias,
derrotas
ajenas.
Sí, perdí en
la guerra civil del 36,
y me
masacraron a balazos
cabalgando
con Mahkno
en las
afueras de Guliay Pollie.
Sí, dije.
Porque se me
llenan los ojos de lágrimas
cuando
pienso en mi abuelo,
porque me
entristecen las vías vacías
y el
silencio absoluto de domingo
en la
estación de trenes de Peñarol
y porque
inexplicablemente
todavía me apuñala
la culpa
cuando miro
con deseo
a una que no
es vos;
porque me
enternece hasta erizarme
escuchar de
noche
Milonga para una niña
y Louse House at Kilkenny,
de los Dubliners,
cuando se larga a llover.
Un nene muy
imbécil, sí,
de esos a
los que les duele
no saber qué
hubiera pasado
con la mujer
que les cruzó una mirada
y no vieron
nunca más.
Uno de esos.
Muy inmóvil,
muy dorso de
mano en la frente,
muy vino,
muy noche,
muy
silencio,
y poca cosa
más.
De esos que
escriben así.