Es difícil decirse te quiero
con las botas embarradas
descargando cajones
o armando las viandas
en ese silencio de hambre
interrumpido
por la bronca indisimulable
de nuestras miradas.
Es difícil decirse bo cómo me gustás
en ese regreso de derrota,
frío, fatal,
desde donde el balastro
abandona Durán
hasta donde se transforma
en calle de ciudad.
Es difícil decirnos soy feliz
sin pensar en los ojos
avergonzados,
humillados, resignados,
que vimos allá.
No importa cuántas cenas
calentitas,
iluminadas,
protegidas,
bajo techo,
podamos tener acá.
Ahora
mientras veo el lóbulo de tu
oreja
asomar por debajo de tus pelos
pienso en decirte todo esto
ni bien te despiertes,
ni bien deje de fingir que
también duermo,
cuando pueda dejar de pensar,
cuando no esté escribiendo en
mi mente,
moviendo los labios,
oyendo mis palabras,
en
silencio.
¿Alguna vez se podrá querer
sin estar rodeados
de tanto miedo?