viernes, 13 de mayo de 2011

Si yo fuera millonario 1

Si yo fuera millonario elegiría la casa de algún amigo, o algún conocido, y por la noche mandaría colocar un baño químico (o uno que venga a parecérsele) frente a su casa, en la vereda. A la noche siguiente, mandaría colocar un sillón (cementado a la vereda), una mesa (con algunas revistas esparcidas encima), un televisor de cartón frente al sillón y contrataría a un grupo de actores vestidos con los colores de algún equipo de fútbol que pasarían la noche mirando la tele en la vereda, tomando cerveza y comiendo una picada, comentando jugadas, indignándose periódicamente por alguna supuesta mala decisión arbitral y finalmente entrando en un éxtasis casi religioso al celebrar un gol de su equipo.

Es de presumir que mi amigo o conocido va a llamar a la policía, de modo que tendré que tomar la precaución de invertir un poco de dinero en la comisaría de la zona.

viernes, 6 de mayo de 2011

Mudanza

Andate.


Por favor,

agarrá tus cosas,

y andate.


Andate. En serio.


Salí de mi cabeza;

salí por mis fosas nasales,

o si querés,

por mis orejas.


Pero andate.


Andate, por favor. Agarrá tus cosas

y andate.


O andate sin tus cosas,

la cuestión es que te vayas,

que me liberes la cabeza

de tu presencia.


Liberame la cabeza.



¿ “Liberame la cabeza”?

¿Ves lo que me hacés decir?


Andate por favor. Andate.


“Liberame la cabeza”. Sólo falta que diga

“de fiesta” para ser un hippie de mierda.


¡Salí!


¡Salí de mi cabeza!


Necesito un poco de tu no presencia.


Tu no presencia de mañana,

cuando abro mis ojitos;

tu no presencia a la noche,

cuando froto mis pies

tratando de cerrar mis ojos.


Tu no presencia.


Te lo imploro. Salí de mi cabeza.

Voy a dejar de escribir acá,

para que puedas ir saliendo.

lunes, 2 de mayo de 2011

La estación del ferrocarril

El ruidito de mis championes arrastrando pedregullo

es tan tentador,

que al pasar por la estación

no puedo caminar por el caminito asfaltado;

además, el pedregullo está junto a la vía,

y a mí me gusta la vía,

nostálgica,

rodeada de plantitas,

de pastitos,

así, tan sugerente.


Porque esos rieles sugieren.


Todo, sentado al solcito en un banco de la estación, sugiere;

pero los rieles, los que vienen para acá y los que van para allá,

sugieren mucho más.


Es increíble cómo da gusto

sentirse pensador en el banquito de la estación.


¡Vino un tren!

¡Vino un tren!


Llega gente.


Y a mí en este rato, muchas otras cosas se me han ido.