Capaz
no te diste cuenta
pero
todo este tiempo
cargaste
con sombras ajenas.
La
luz de los faroles
que
te alumbraban, apenas,
te
hicieron seguir
por
sombras ajenas.
Es
que vas siempre tan cargada
con
tus bolsos,
con
tu historia,
con
mis miedos,
con
mis penas,
que
seguro no te diste cuenta:
Cargabas
con sombras ajenas.
Y
ayer, de reojo,
por
primera vez vi tu sombra:
era
una,
era
tuya,
era
rara,
era
intensa,
era
auténtica.
Me
descubriste mirándola,
absorto,
por
primera vez.
Me
hablaste
y
entre el eco de tus zetas
me
di cuenta
que
no hubo escudo para tu voz.
Ni
piel,
ni
carne,
ni
hueso,
ni
nada.
Ahora decime, te toca a vos:
¿Son
mías estas sombras con las que cargo yo?
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