Tanta voluptuosidad
no es en absoluto conveniente
para mantener el orden vigente
en nuestro vecindario
Ese andar cansino, casi desganado,
no hace más que fomentar
la desagradable idea
del amor forzoso y la vejación
Las leyes prohíben
que tal cosa suceda
Ese aberrante mecanismo
que con la razón condeno;
pero sepa usted señorita
que de tener cierta proximidad
al espacio que su masa muscular hoy en día ocupa,
no podré garantizar el cumplimiento de ordenanzas de ningún tipo,
ni legales ni morales,
porque al fin y al cabo
su escote generoso
y sus curvas intrincadas
no hacen otra cosa
que fomentar en mí,
y en otras gentes,
la mayor lujuria y perversidad.
Pruebe usted a afearse,
a enemistarse con la higiene,
a realizar ademanes bruscos
y gestos obscenos por el bien de todos.
Realice sonoras flatulencias,
en público preferentemente;
abandone su feminidad avasalladora
y transfórmese en una joven común y corriente
que no tortura a los demás mortales
ofreciendo desde lejos un delicioso manjar,
dulce como la mermelada,
que será degustado solo por los más aptos.
Por no encontrarme de seguro en dicha categoría
ruego tenga el bien, en algún día de borrachera
o simple confusión,
pasearse por mis pagos
para ver si de refilón
se me permite raspar el pote,
para ver si ha quedado algo
en el fondo, pegoteado por el calor.
Me conformaría,
tan solo,
con su sombra generosa
y un cucharón de sopa.
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La quiero conocer. ¿Por casualidad no le gustan las mujeres?
ResponderEliminarBesos Darío, de tu MEJOR (única) AMIGA vasca.
Ni por casualidad ni causalidad le gustan las mujeres; le gustan los hombres, los hombres que no soy yo, ni mis amigos. Pero merecía, con sumo respeto, algunas lineas.
ResponderEliminarMe encantó. El poema digo. A la chiquilina en cuestión no la conozco, pero debe estar fuerte como patada de ninja. Igual a mi me gustan los varones. Así que no soy competencia. Ella es competencia para mi, maldita.
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