domingo, 15 de agosto de 2010

Terror mañanero

Se me paró detrás y disparó mi espanto.

Dejé de mirar por la ventanilla,

hacia fuera;

aquella casa rica en señas,

observables,

particulares,

que me causaban tanto deleite

perdió su poder,

dejó de fascinarme;

por más que mis ojos estaban aun

posados en los mismos lugares,

nada proveniente de ahí, me conmovía


Con el rabillo de mis ojos

Vi a un hombre parado detrás de mí,

con su mochila, con su mate, con su termo;

¿Estaría tapado?

¿Estaría él concentrado en lo que hacía?

Eso no importaba. Ya no importaba. El miedo,

sin misericordia,

se había apoderado de mí.

El ruidito de la bombilla

hizo que mi piel se erizara

y que mis puños se aferraran a los fierros del pasamanos.

El ómnibus estaba lleno,

y nada iba a cambiar.

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