Hoy,
finalmente, pasó. Era algo que me temía desde hace un año y medio. Desde que me
mudé de Peñarol al Centro.
Toda
aquella persona medianamente observadora habrá visto que por 18 de Julio está
lleno de palomas. En los tiempos de
antes, cuando todo era mejor, había otros valores y etc, etc, las palomas
solían encontrarse a nivel del suelo únicamente en las plazas, comiendo
pedacitos de pan que un anciano les tiraba mientras pasaba la tarde sentado en
un banco, pensando en la inutilidad de lo que hizo, lamentándose por todo lo
que no hizo con su vida, y en la cercanía de la muerte. O no, de repente
pensaba en el partido de Central Español del fin de semana que viene. Da igual.
A lo que iba es que se solía ver aglomeraciones de palomas en las plazas. En
los demás lugares, sean estos avenidas principales o techos de edificios, las
palomas se comportaban como aves. Volando, de un lado a otro. Ahora no. Ahora
cuando caminamos por 18 de Julio vemos que están en el piso, caminando. Está
claro que las aves también caminan, pero mayormente asociamos un ave con el
acto de volar. Incluso literatos varios han escrito sobre la bondad del vuelo,
sobre la envidia de no poder tener esa habilidad liberadora. Si hasta incluso
como especie hemos inventado un aparato que te permite volar sentado y lo
hicimos con forma de ave.
Pero
resulta que las palomas hoy día en 18 de Julio caminan más de lo que vuelan.
Camino de mi casa al trabajo y voy más pendiente de no pisar una que de
esquivar gente. Antes, cuando todo era
mejor y etc etc, bastaba con pisar a un metro de distancia para que la
paloma levantara vuelo, espantada por la amenazante presencia de otra criatura.
Pues ahora no; las palomas se limitan a desplazarse caminando apenitas unos centímetros
con un desdén más propio de un adolescente caminando hacia la ducha que sus
familiares le ruegan se pegue al menos una vez al mes. Me ha pasado de pisarles
firme, haciendo ruido incluso, y nada. Las mujeres que caminan con esos zapatos
pegados arriba de esos leños de medio metro que llaman plataformas les pisan al
lado y las palomas nada. A veces ni se mueven.
Demoro
26 minutos caminando de mi casa al trabajo. Tiempo suficiente para elaborar
teorías y pensar en situaciones posibles o, al menos, verosímiles. Varias veces
me imaginé personas pisando a una paloma. Me imaginé, en días del Centro o de
descuento del IVA, a esas madres que llevan bolsas colgando de sus
brazos y niños chicos también colgando de los brazos, revoléandolos y pegándole
a las palomas como cuando en el Super Mario 3 le saltás arriba a una tortuguita y
esta le pega a otro enemigo. En mi mente la paloma golpeada por el niño/extensión
del brazo de la madre se daba contra otra persona, que al recibir el golpe
hacía un abrupto cambio de dirección, perdía la noción de dónde pisar y dónde
no, y le pegaba una patada a otra paloma y ésta se daba contra alguien más y así
hasta que la carambola terminara, horas después.
Hay
días en los que imagino mucha cosa, sí. Otras veces son más verosímiles. Me
imagino un pisotón a una paloma de una mujer con zapatos con plataforma- leño y
la muerte o la hospitalización del “ave”. Imagino el móvil de telenoche cuatro
con los productores eyaculando en sus pantalones por la excitación de una posible muerte en la vía pública en vivo.
Imagino las manifestaciones de las agrupaciones de protectores de animales alentando
la autodefensa de las palomas contra los homo sapiens sapiens. Imagino la
creación de la figura legal del palomicidio. Imagino el pedido de esas mismas
agrupaciones por extender los derechos individuales a las palomas bajo
acusación de especismo si se les niega; grupos de defensa de las minorías raciales
pedirían algo similar porque las palomas son oscuritas y bien que a las palomas
blancas no se las ve en 18 y se las asocia con la paz. Al fin y al cabo a la
paloma morocha la estigmatizan. Merecen que se las proteja, dirán. Después de
todo son peatones. Las palomas ya no vuelan, caminan, es decir que son
peatones. Peatones sujetos de derecho.
En
general todas estas cosas que imagino terminan conmigo dejando de pensar; es
decir: llegando al trabajo.
Pero
hoy fue diferente. Y tampoco estuvo bueno. Hoy, una paloma bajó a la calle y un
auto la atropelló. Quedó boca arriba, moviendo esas alas que ya no usa, girando
sobre su lomo, como haciendo breakdance, sólo que agonizando y muriendo; una
coreografía demasiado conceptual para mi gusto. No pude ni cuestionarme cómo
hacer para ayudarla. Seguro no hubiese podido hacer nada, pero no me dio
tiempo. Murió. Quedó ahí, sequita. El auto frenó unos metros más adelante y
bajó un gurisito de unos catorce, quince años; pensé yo que bajaba a socorrerla o al
menos a ver qué le había pasado. No. Bajó y entró a una tienda de ropa
deportiva. La paloma quedó ahí, tirada, muerta. No pensé que fuese a llegar el
día en que una paloma fuera a pasar de caminar por la vereda a tratar de cruzar
la calle caminando. No me animé a parar.
Pero me dio para ver a las demás palomas que habían en la vuelta. Siguieron como
si nada. Caminando, apáticas, en el medio del camino. Esperé la llegada del
móvil de telenoche cuatro. No llegó. No hubo asociaciones de animales enojadas
reclamando nada.
A
continuación te voy a convidar -escribiendo en cursiva y negrita- con una
formulación de frase que siempre se contradice con lo que viene inmediatamente
después de ella: no es por ser prejuicioso, pero me parece que las palomas son animales vengativos y que pronto
vamos a empezar a ver agresiones hacia los humanos. Y bastará con tres o cuatro
ataques para que ya se hable de la necesidad de legislar penas más fuertes
contra ellas, o considerar a los críos de palomas como palomas adultas, porque
si ya son capaces de atacar a un humano tan críos de paloma no son; tal vez,
como no son ciudadanos orientales documentados, se considerará su lanzamiento
de caquita desde los aires como un ataque aéreo sobre territorio nacional y eso
involucrará a las Fuerzas Armadas, lo que no va a hacer otra cosa que volverlas
aun más hostiles hacia los humanos. La oración anterior se aplica tanto para las
palomas como para las Fuerzas Armadas.
Los
metaleros van a poder darle un significado aun más despectivo a la frase “vos
escuchás música paloma”. Y con razón. Pero bien sabemos que si los metaleros
tienen razón en algo, no es bueno para nuestro país. Si no, no existiría Rata
Blanca y Mujer Amante jamás hubiese
sido escrita.
Se
vienen tiempos difíciles. Después a no decir que no fueron avisados.