Leía recostado en el tronco de un árbol, a la sombrita. En la plaza, mayormente poblada por niños gritones y padres conversadores mateando, se estaba bastante bien. Una conversación, sin embargo, vino a sacarme del estado de aislamiento en el que me encontraba; un muchacho conversaba con una muchacha y aunque no podía dejar de mirar hacia arriba, asombrado por lo que veía, alcancé a escuchar el diálogo:
-¡Pablo! ¡Tu nena está gigante! Y qué linda, te felicito- decía la muchacha. El padre de la niña pretendía agradecerle, pero una sandalia enorme –correspondiente al pie izquierdo de su niña- había aplastado a la muchacha elogiadora.
-Fe sin quener papá- dijo la niña, asomando sus ojotes brillosos por entre las copas de los árboles.
Cuanta ternura. Me la imagine largando risotadas. Buen contraste ahi brutalidad ternura.
ResponderEliminarcomo te pongo cosas criticas, estoy progresando en mis comentarios
usé "contraste"