viernes, 15 de octubre de 2010

Jugar en silla ajena

El niño se para en la silla, y luego salta para atrás, dejándose caer abruptamente. Una y otra vez sube y baja la silla, soltando risitas de entusiasmo creciente. La silla de madera crujía cada vez que sus piecitos se apoyaban, y una pequeña burbujita de polvo rodeaba sus zapatitos cuando caía al piso. Solo se escuchaban su risita y el crujir de la sillita de madera, hasta que se abrió la puerta de la cabaña, y entró el hombre grandote con la cuerda al hombro, arrastrando los pies y haciendo mucho ruido.

-Llegó la hora- dijo el hombre, con voz grave. El niño, triste, dejó de jugar con la silla.

Iban a ahorcar a otro más.

3 comentarios:

  1. Me impactan tus cuentos cortos. Esos finales carajo. ¿Fueron sueños? (el plural es por el payaso anterior y este cuento.

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  2. ya me habías respondido del payaso anterior con el violín.....escribo borracho, perdon....
    )

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  3. No son exactamente sueños. Es como el caso anterior. Igual, me parece que no tiene tanta importancia si es sueño o no....a menos que te esté empezando a interesar la psicología. ¿Te está empezando a interesar la psicología?

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