Le
gustaba el azar. Siempre cargaba un dado y de vez en cuando lo tiraba por ahí,
esperando que saliera un cuatro.
Le
interesaba el infinito, los mapas del mundo a escala real, que deberían
contener un mapa a escala real que contendría un mapa a escala real que
contendría un mapa a escala real, y así; le interesaban los laberintos y le
tenía terror a los espejos. Y para peor, él, no era Borges.
Pero
igual se dio cuenta de la verdad: un buen día notó que los espejos no reflejaban
nuestras imágenes de un modo exacto, que había pequeñas diferencias,
insignificantes casi, pero aterradoras mucho. Y también él, desde luego, descubrió
más tarde que en ello no había nada de especial, sino que simplemente,
simplemente, vivimos una vida entera con espejos que reflejan imágenes falsas,
hasta el día de hoy, cuando realmente nos vemos.
Hoy,
por cierto, es nuestro último día.
Ese muchacho me suena conocido :)
ResponderEliminarMuy bueno
Txus
Hey! estuve esperando tanto tiempo que actualizaras, leyendo cosas viejas y me vengo a dar cuenta ahora que publicaste dos cosas de sopeton
ResponderEliminartramposo!
Ta, me gusta la historia esta, y al tal polleri no lo lei todavia
todavia =)
Muchos saludos!
SH
Txus: a vos todos te parecen conocidos bajo los efectos del alcohol :/
ResponderEliminarSH: ¡No me presiones! Cuelgo cuando corresponde. Cada uno tiene su velocidad, che.
Abrazo a ambos y gracias por venir =)
¡Qué lindo!
ResponderEliminar¡Felicitaciones!
=)
¡Muchas gracias! Eres muy amable, Maite.
ResponderEliminarTe mando un beso.
Muy bueno lo del mapa, muy borgeano (una alusión también al Aleph en el que vemos a el Aleph que proyecta nuevamente al Aleph, hasta el infinito). Me gusta el final seudo apocalíptico en el que, por fin, al prescindir de la fantasmagórica proyección de los espejos, realmente logramos ver.
ResponderEliminarEl que avisa borgismo no traiciona :)
ResponderEliminarTe mando un abrazo oriental.