Por definición,
no se puede volar con los pies sobre la tierra.
Yo estoy caminando hace mucho tiempo,
con la mirada en las nubes
y las patitas en el pedregullo.
El arte es mentira. Pero helarte es verdad.
Por definición,
no se puede volar con los pies sobre la tierra.
Yo estoy caminando hace mucho tiempo,
con la mirada en las nubes
y las patitas en el pedregullo.
Este texto es un guión utilizado en una columna del programa Todos Contra Todos, del cual participo, que puede ser oído los Domingos de 16 a 19 en www.radioactivafm.org o en el 102.5 de su dial en algunas zonas de Montevideo.
Comportamientos en el ómnibus y su trasfondo psicológico
Hay, si no me equivoco –y seguramente me equivoco- tres grandes tipos de personalidades.
La personalidad neurótica, la personalidad psicótica y la personalidad fronteriza.
Neuróticos, psicóticos y fronterizos: estereotipos para ilustrar
El neurótico experimenta culpa, necesita aprobación de los demás y experimenta culpa, y experimenta culpa. Y culpa.
El neurótico es habitualmente descripto como…Woody Allen.
El psicótico, en cambio, no experimenta culpa, no le importa mucho qué es lo que sucede a su alrededor siempre y cuando consiga lo que desea. Se lo describe habitualmente como un ser egoísta que vive en una burbuja. Un buen ejemplo sería el personaje de Seinfeld, George Constanza.
El fronterizo por otra parte, es aquel que está más jodido. Es más proclive a sufrir de trastornos severos de personalidad y en encima su denominación se puede prestar a confusión y hacernos creer que solo las personas nacidas en Rivera, Artigas, Cerro Largo o algún lugar cercano a una frontera pueden ser fronterizos, cuando en verdad no se trata de eso. Puede haber Fronterizos en Durazno y neuróticos en Rivera.
El fronterizo es habitualmente descripto como alguien proclive a las mudanzas, a los cambios bruscos de apariencia y gustos estéticos.
Un ejemplo de este tipo de personalidad que se me ocurre es Ruben Rada
Hasta aquí, estoy brindando nada más que información –falseada, llena de verdades a medias- que debemos tener en cuenta para pasar al siguiente punto, que es el verdadero descubrimiento:
Los comportamientos de los pasajeros en los ómnibus son CLARAMENTE vinculables a estos tres tipos de personalidad. Y esto que digo, no es simplemente que se me ocurrió; tengo años estudiando la materia.
Situación: una persona que viaja sentada se para, y deja su asiento libre.
Un pasajero neurótico miraría a su alrededor, buscaría la aprobación de otra persona antes de sentarse; ni hablar que si una persona de la tercera, cuarta o quinta edad está en el ómnibus le cederá el asiento –lo mismo que a una mujer embarazada, a un niño o a un mormón- ; y vale decir que para que una pasajero neurótico se siente el asiento tiene que quedar libre frente a él, y no haber otros candidatos cerca. Sino, a viajar parado.
Un pasajero psicótico en esa misma situación se sentaría sin problemas si el asiento queda vacío frente a él. Pero incluso, si el asiento libre está lejos de su posición, se arrimará, impedirá el paso de los demás, fingirá lesiones que no tiene, desmayos falsos o algún otro tipo de artilugio para hacerse del lugar. Gran parte de la población de pasajeros psicóticos son señoras mayores. Y en especial señoras mayores con bolsas.
Un pasajero fronterizo probablemente reaccione de un modo intermedio al de las dos personalidades analizadas antes, sentándose si el asiento queda libre frente a él. El tema curioso ocurre luego, cuando el ómnibus se va vaciando, y el pasajero fronterizo comienza a vagar por el ómnibus, cambiándose de asiento de un lado a otro, porque en uno da el sol, porque se desocupó allá adelante uno individual, porque de aquel otro lado se ve más lindo para afuera, etc.
Otros aspectos a tener en cuenta al viajar en ómnibus:
El pasajero sádico.
Habitualmente se trata de una señora mayor, pero también lo puede haber de otros rangos etáreos; suelen estar armados con bolsos, carteras, mochilas, tablas de dibujo, agendas de tapa dura o paraguas con punta. Son verdaderamente peligrosos, en especial en los ómnibus llenos.
El escolar.
El niño es malo. Y esa maldad se potencia cuando tiene mochila y corre por el pasillo del ómnibus.
La señora mayor dispuesta a matar si no consigue un asiento rápidamente.
El chofer del ómnibus que juega a los bolos con los pasajeros frenando de golpe.
Las pandillas de gnomos que suben a tirarle chumbitos babeados a la gente que viaja sentada.
Me gustaría saber cómo hacen para seguir viviendo como si nada cuando ven una mujer espectacular, de esas inaccesibles, de esas que te miran de reojo como si les diera lástima que las miraras o esas que ni siquiera se dan cuenta que estás ahí.
¿No les da ganas de llorar? ¿No se sienten miserables? ¿Será que no ven lo que yo veo? ¡Y encima pueden dormir de noche como si nada!
Si hasta les parece perfectamente normal. “Y es así”, me dicen.
Leía recostado en el tronco de un árbol, a la sombrita. En la plaza, mayormente poblada por niños gritones y padres conversadores mateando, se estaba bastante bien. Una conversación, sin embargo, vino a sacarme del estado de aislamiento en el que me encontraba; un muchacho conversaba con una muchacha y aunque no podía dejar de mirar hacia arriba, asombrado por lo que veía, alcancé a escuchar el diálogo:
-¡Pablo! ¡Tu nena está gigante! Y qué linda, te felicito- decía la muchacha. El padre de la niña pretendía agradecerle, pero una sandalia enorme –correspondiente al pie izquierdo de su niña- había aplastado a la muchacha elogiadora.
-Fe sin quener papá- dijo la niña, asomando sus ojotes brillosos por entre las copas de los árboles.