-Me
ama ¿entendés?- dijo ella, con la voz aguda, angustiada.
-Esas
cosas pasan. Qué se le va a hacer- dijo Mercedes, sirviendo con mucho cuidado
más café en su taza.
-Es
que no sabés. Me ama. Me ama tanto que hasta me duele verlo. Me mira y se le
llenan los ojos de lágrimas. Tiembla ¿Entendés? Le tiemblan las manos cuando se
me acerca.
-Y
vos no lo querés.
-Y
yo no lo quiero. O sea, le agradezco que…Todo lo que hace, y lo que dice, pero
no lo quiero.
-Pero
te gustaría quererlo- dijo Mercedes, sirviendo ahora la taza a su sobrina.
-¡Sí!
¡Claro que me gustaría quererlo! Me da miedo. Me da miedo que el pibe haga una
locura. Que se mate, o que se arruine la vida por la frustración, no sé. Esto
de enamorarse es una locura. No podés seguir viviendo igual después que te
enamorás de alguien, o después de decirle a alguien que te ama, que vos no lo
amás. No seguís siendo la misma persona. ¿Entendés tía?
-Claro
que entiendo, nena. Vení. Tomá más café.
La
puerta se abrió y un hombre entró sin golpear ni presentarse. Mercedes, que
estaba de espaldas a la puerta, se dio vuelta a mirar quién era; luego, volvió
a mirar hacia adelante y se quedó sentada, en silencio.
-¿Otra
vez ensuciando una taza al santo botón, Mercedes?- dijo el hombre, caminando
hacia ella;- venga, vamos al jardín que ya está atardeciendo.
-No,
no quiero. Me voy a quedar acá conversando con mi sobrina.
-Pero…Mercedes-
dijo el hombre, sin atreverse a terminar la oración.
-¡Sí,
ya sé que no existe! Pero prefiero quedarme imaginando que hablo con mi sobrina
a salir al jardín de mierda de este hogar para viejos. Mirar un atardecer igual
al de ayer, igual a todos, no me cambia nada; imaginar sí; recordar diálogos me
ayuda a pelearme con el olvido, a ganarle a esta enfermedad de mierda. Esa taza
de café es mi única chance de escapar del presente, de ganarle minutos a la
muerte ¿y vos me lo querés sacar?
El
hombre apretó los labios.
Mercedes
lo dijo todo tal cual lo había practicado durante las tardes de los últimos dos
años, desde que decidió que sería una buena idea agregar un hombre que la
interrumpiera mientras se imaginaba conversando con su sobrina. Mientras se
imaginaba viviendo.