Este relato esta basado en las cosas que soñé luego de escuchar durante una semana entera, antes y durante mi sueño nocturno,
esta canción; esto se trata entonces de una versión libre de esa canción de
Comunismo Internacional.
09/09/15
El de anoche parece haber sido el último aluvión.
Cuando esta mañana nos despertamos el agua se había retirado unos metros. No
soy bueno calculando distancias y Sofía tampoco; digamos que el agua estaba a
unos quince metros de la cabaña. Ahora estimo que ha de estar un poco más
abajo. De cualquier manera no tranquiliza para nada esto. Aun estamos viviendo
en la cima de la montaña.
Si bien fui el primero en despertarme, no fui el
primero en levantarme. Me sentía con la espalda empapada, enfermo de los pulmones,
como había estado durante las últimas tres semanas, en la parte más intensa de
las lluvias y los aluviones de agua. Sofía fue la que me dijo que el agua había
bajado y no llovía. Eso me pone contento. Hacía tiempo que no la veía sonreír,
además. No sé. A pesar de despertarme con la espalda mojada y con tos, me
siento con más energía. Más esperanzado, como dijo burlona Sofía.
Y ahí fue cuando me decidí a empezar a escribir
este diario. La idea es tener un registro de cómo el agua va bajando. La idea
es llevar un “diario optimista” como lo apodó Sofía. Optimista o esperanzado.
No sé. La intención es registrar las horas o días que demorará el agua en irse
por completo. Ya queremos volver al pueblo al pie de la montaña. Sabemos que va
a estar todo arruinado, que no vamos a tener nada, pero aun así…
No sé. Tal vez nunca continúe esto.
10/09/15
Yo no me considero una mujer impaciente pero la
verdad es que ver a Gonza todo el día asomado por la puerta de la cabaña
mirando para abajo indicándome cuánto le parece que bajó el nivel del agua me
vuelve loca. Por eso agarré yo y empecé a escribir. Después de todo este diario
es de ambos. O al menos eso dijimos recién. Me parece justo después de todo.
Él siempre sabe qué escribir pero yo no sé.
Entonces voy a escribir lo que veo: Gonzalo está contando la cantidad de latas
de conservas que tenemos. Le quedan la puntita del lápiz y unos cartones que
usa como papel. Calcula me parece la cantidad de latas divido la ración
estándar que estamos usando desde hace meses. Me parece que hay poco. Le voy a
preguntar.
Dice que sí. Que me quede tranquila igual (sé que
me está mintiendo) porque va a alcanzar. Además (en esto sí estoy de acuerdo)
el agua ya está bajando cada vez más rápido.
11/09/15
Se me presenta un problema. Ahora para seguir con
el diario tendría que aclarar quién escribe. Soy yo, Gonzalo. Un gusto.
Hubo novedades esta mañana. El agua bajó unos
metros, pero eso no necesariamente se tradujo en buenas noticias. Como era de
esperar, desde el agua empezaron a aparecer …Algunas ratas. Sofìa no cree que
pueda dormir esta noche. La cabaña no tiene puerta, así que las ratas podrían
entrar tranquilamente. También vimos palomas dando vueltas en los alrededores
de la cabaña y en las montañas cercanas. Algunas palomas entraron a la cabaña y
rápidamente salieron.
Veremos qué pasa esta noche.
12/09/15
Sofía anoche no durmió. Yo, la verdad, tampoco. Se
nos llenó de ratas la cabaña. Y resulta muy difícil sacarlas, porque cada vez
son más. Lo mismo pasa con las palomas.
Vamos a tener que solucionar esto, de alguna
manera. Todavía el agua no permite bajar de la montaña. Además eso querría decir que
deberíamos atravesar las ratas, que cada vez son más.
13/09/15
Hace casi 24 horas que Sofía no habla. Toma agua y
come. Está arriba del armario donde tenemos las latas y el agua. Constantemente
estoy pegándole a las ratas con un palo para que la dejen en paz. Ya casi no me
molestan. No así las palomas: cada vez que intento asomarme por la puerta para
ver cuánto ha bajado el agua, me golpean en la cabeza.
14/09/15
Sofía sintió un ruido en el techo. Yo hace más de
24 horas que no duermo y no sentí nada. Pero le creo. Estoy encarando muy poco.
15/09/15
Desde el techo de la cabaña empezamos a sentir
golpes muy fuertes, que se iban multiplicando. El techo de la cabaña terminó
cediendo. Cayeron dentro cuatro hombres vestidos de policías. Luego, ante
nuestros ojos, se duplicaron. Quiero decir: después de pestañear, eran ocho.
Después de pestañear de nuevo, eran dieciséis. Yo asumo que estoy alucinando
por falta de sueño. Sofía está quedando loca por los ataques de pánico
constantes. Cada vez hay más ratas y palomas. Y ahora policías.
16/09/15
Tratamos en vano de entablar comunicación con los
82 policías. No hablan. Pero sí se organizan. Como no entran todos, duermen
afuera. Además ayudan a espantar a las ratas y las palomas, aunque éstas
también se multiplican. Parecía ser una buena noticia. Tal vez lo era, pero se
vio opacada por la aparición de las maestras. Sofía, que está un poco más
tranquila, se dedicó a contar las maestras mientras yo contaba los policías.
Las maestras se multiplican por seis, de modo que en poco tiempo van a alcanzar
en cantidad a los policías. O al menos eso pensamos con Sofía, que está
haciendo los cálculos cuando se aburre de controlar la multiplicación de las
maestras. Ellas tampoco se comunican. No hablan. No oyen. Lo mismo que los
policías.
17/09/15
Sofía insiste en que la mordió una rata. Yo le
dije que hiciera la denuncia. Policías sobran. Me dijo que me fuera a la concha
de mi madre. Le dije que me parecía una mal educada y que sería una buena idea
aprender algo teniendo tantas maestras en la vuelta. De cualquier manera las
maestras no hablan tampoco. Pero bueno. Era la chance de hacerle un chiste. No
funcionó. Ahora Sofía tampoco me habla.
18/09/15
Si bien Sofía no me habla y yo sí le hablo a ella,
no le cuento todo. A mí también me mordieron ratas. Es inevitable, por cierto.
No hay espacio para todos. Hasta sin querer te muerden. Ahora mismo estoy
sentado y tengo dos ratas sobre la falda, a Sofía sentada en el armario con los
pies sobre mis hombros. Los policías en ocasiones confunden las ratas con las
maestras y les pegan palazos. A lo mejor no es que confunden sino que
instintivamente les sale reprimir. Cada vez son más palomas también. El olor a
caca es insoportable.
Me encantaría poder ver si el agua bajó lo
suficiente, pero no tengo espacio para moverme.
19/09/15
Sofía volvió a hablarme, pero no fue una buena
noticia lo que la motivó: empezó a llover de nuevo. El problema no es nada más
que no tenemos techo desde que lo rompieron los policías al caer, sino que está
lloviendo lluvia verde. Sofía dice que es lluvia ácida y que vamos a morir. Yo
comparto su optimismo.
Las ratas fueron las primeras que sintieron los
efectos de la lluvia. Salieron espantadas de la cabaña y, supongo yo, se
chocaban con las que espantadas subían la montaña para meterse en la cabaña.
Los policías y las maestras, en silencio absoluto,
seguían en conflicto a pesar de la lluvia verde.
20/09/15
Si bien las ratas y las palomas se siguen
multiplicando, están perdiendo la piel. Al parecer la lluvia efectivamente era
ácida y les peló por completo sus cuerpos. Es interesante ver que las que se
multiplican también aparecen sin piel. Le comentaba a Sofía que las palomas sin
piel son como el cero. Las que se multiplican sin piel, tienen una paloma sin
piel como resultado. Las que aun tienen piel, producen palomas con piel.
21/09/15
La “no me gusta que me corrijas las faltas
Gonzalo” me acaba de decir después que le leí la entrada anterior que las
palomas no tienen piel. No sabe decirme cómo decirle a lo que las recubre
–recubría-; vaga entre “plumaje” o “pelos”. Da igual. Las ratas ya están todas
peladas y se multiplican peladas. Los policías y las maestras poco a poco han
ocupado todo el lugar entre el agua y la cima de la montaña. Pude saber esto
cuando me hice una escapada hacia la puerta y me subí arriba de una pila de
policías. Cuando volví, también a gran velocidad y empujando, me encontré en mi
lugar muchas ratas que me miraban con cara de “el que se fue a Sevilla…” Las
espanté a patadas y me hice del lugar.
22/09/15
Sofía se dio cuenta que está perdiendo pelo. Cree
que es por la mordida de la rata. Está convencida de que le contagió una
enfermedad de ratas. Yo sé que es por la lluvia. No se lo dije, pero tiene el
pómulo izquierdo sin piel. Los policías y las maestras también han perdido
piel. También miembros. En el caso de las maestras es algo que viene pasando
desde el primer día luego de la lluvia verde. Pero se lo atribuimos a la
violencia de los policías. Con tantos palazos podría ser que unas maestras
perdieran brazos o piernas.
Cuando le lea esta entrada a Sofía voy a tener que
inventar algo.
23/09/15
Acabo de perder una oreja. Se me cayó, como se
puede caer un sombrero en un día de viento. Sofía abrió la boca para pegar un
grito de horror pero no pudo porque se le cayeron todos los dientes. La boca se
le llenó de sangre y cuando la quise ayudar me di cuenta que no podía. Mis
tobillos y mis pies quedaron a diez centímetros de mis piernas cuando me quise
levantar.
24/09/15
Hace horas que no puedo mirar a Sofía porque tengo
la sensación de que si muevo la cabeza en dirección a ella se me va a desprender
del cuerpo, como les pasó a los policías que tenía delante de mis ojos. Los
dedos cada vez están más débiles. Ya perdí tres. No voy a poder seguir escribiendo
mucho más. Creo que me cayó la nariz de Sofía en el hombro y rebotó. Ni las
ratas se mueven a comerla porque se van desmembrando también. Para colmo,
volvió la lluvia verde. Ahora directamente quema. Pero ya no me importa. Ahí
fue otro dedo. Quema. En algún momento no voy a poder escribir más.
Quiero llorar, pero no puedo. No veo. Perdí lo
ojos. Siento sangre y lluvia que quema. Me pareció escuchar a Sofía murmurar.
Perdí dientes por tratar de reír. Me está lloviendo ácido adentro de la boca
ensangrentada.
Valía la pena la risa. Creo que dijo “por suerte
vino la desgracia a salvarnos”.
Tiene razón. Ahora hay más espacio, a pesar de las
multiplicaciones.
25/09/15
Estoy escribiendo con el dedo pulgar de mi mano
derecha, que es el único que me queda. Ahora ya no hay multiplicaciones nada
más. Ahora hay divisiones. Esa que está ahí no es Sofía, son sus partes. Creo
que está muerta. O al menos no la siento. No veo, no oigo. Demoro horas en
escribir una sola palabra. Sólo me quemo con la lluvia que no para.
Por suerte vino la desgracia a salvarnos. Siento que
el antebrazo se me está por desprender del codo. Pensé que primero iba a ser el
dedo. No voy a poder segu