domingo, 18 de julio de 2010
Bien, bien; dialogar, dialogar.
-Hola.
-¿Cómo andás?
-Bien, bien. Y ¿vos? ¿Cómo andás?
-Bien, bien. Todo bien. ¿Y lo tuyo todo en órden?
-Sí, sí. Todo bien. ¿Y lo tuyo?
-Bien, bien. Como siempre, qué se yo. Bien.
-Sí.
-Sí, qué se le va hacer.
-Claro.
-Es lo que tiene.
-Sí, no hay otra. Bueno, te dejo porque llego tarde.
-Dale, sí, yo también.
-Bueno, nos vemos.
-¡Nos vemos!
-Chau. ¡Saludos a los tuyos!
-Dale, les mando. ¡Igualmente a los tuyos!
Payasín
¡Lo que dijo Payasín!
¡Jajaja!
Se pasa Payasín. Qué cómico que es Payasín, sí.
Preguntale a Payasín, sí; preguntale a Payasín
porqué está muerto de miedo;
preguntale a Payasín porqué no puede cerrar los ojos;
preguntale a Payasín porqué se boicotea, porqué se odia.
Porque Payasín no quiere que Payasín esté feliz.
¡No! Payasín quiere que Payasín esté triste,
porque en la tristeza es donde Payasín se siente más cómodo;
Payasín sabe cual es su problema, Payasín se diagnostica,
pero, preguntale a Payasín;
preguntale porqué no hace algo para cambiarlo.
¿Por qué no hacés algo para cambiarlo, Payasín?
¿Por qué no hacés algo para cambiarlo, Payasín?
miércoles, 7 de julio de 2010
Él
Llegó al muelle, agitado, mal dormido, pálido; había corrido dos cuadras nada más, pero la fatiga provenía de otra parte. La angustia, fatiga.
Levantó la vista, vió lo que sucedía, y a medida que caminaba, lentamente, a paso cansino, pausado, resignado, iba asimilando todo. Llegó hasta el extremo del muelle y dedicó unos segundos a mirar las marcas del agua en la madera. Sin emitir ni un solo sonido, acomodó su bolso, se puso la capucha de su campera, y se sentó como pudo. Hurgó en sus bolsillos y sacó la caja de cigarros. Encendió uno, y le dio unas pitadas, con la mirada perdida en el mar. El barco se estaba yendo. Todavía lo podía ver.
El barco se fue.
Él se quedó ahí fumando un rato más, hasta que cayó la noche, definitivamente.