Hace un par de semanas que vengo viendo algo extraño en algunos canales de televisión argentina, donde pude observar como ante la muerte de varias personas “de los medios” se realizan emotivos homenajes con recuerdos, actuaciones y entrevistas al fallecido y a sus amigos más cercanos, y durante un corto periodo de tiempo se realizan menciones en todos los programas habidos y por haber lamentando la muerte del famoso. Hasta que muere el siguiente. Y se repite el círculo. El tema se empieza a complicar cuando puede advertirse que esos homenajes sensibleros tienen mucha audiencia, de modo que se hacen deseables por las autoridades de los canales, porque también se hacen deseables para las empresas que auspician los programas de dichos canales. Entonces los homenajes se hacen, y no quiero exagerar, cada quince días. Al momento de escribir esto debo decir que no exagero, han muerto cuatro personas a las que les han hecho homenajes en argentina en no más de un mes. Sin embargo, eso es en Argentina, que por más que sus medios de comunicación influyan acá, y sean, en muchos casos, nuestros medios de comunicación, no es la República Oriental. Pero con las muertes de Idea Vilariño y Mario Benedetti, tan próximos en el tiempo (y cuyos homenajes seguramente les eran merecidos y necesarios) me empecé a preocupar. Se suele escuchar que nosotros “copiamos lo peor de los Argentinos”, como si ellos fuesen los creadores de las peores miserias de las que los seres humanos; ellos también les copian a otros.
Pero decía que el tema me preocupa, porque no sé donde se pone el límite. Han muerto algunos tipos a los que respeto mucho, otros que no me gustaban tanto, pero que eran respetados por mucha gente, y admirados, etc, etc. El tema es que los homenajes son siempre iguales, y están diseñados para emocionar; y las cosas diseñadas para emocionar, tienen una eficacia efímera. Esta bien sufrir una muerte, está bien recordar a las personas que se han destacado, pero, ¿no será mucho?
Después de muertos, políticos que eran delincuentes y corruptos pasan a ser “grandes estadistas” o “ejemplos de civismo”; imitadores de Olmedo, humoristas sin ningún talento mueren, y de pronto son grandes artistas o “capocómicos indiscutidos”…yo que sé…
Estas cosas a mí me indignan mucho. Después de que se pasa la moda de un homenajeado, después que sus familiares y amigos han hablado de sus virtudes como ser humano, el tema desaparece de los medios, y otro famoso muere, y de vuelta la misma recetita. Una y otra vez. Por ahora vienen teniendo suerte, porque se les mueren cada quince o veinte días. Pero ¿qué pasaría si un día deja de ser así?
Pensé por algunos días en la loca posibilidad de que en algún momento no se mueran famosos, artistas, futbolistas, políticos, vedettes, etc. Pensé en la idea de un cadete de un medio de comunicación, pongamos por caso un canal de televisión, al que le digan:
-Mirá, botija, tamos bajos de rating; salí y asesinate algún famoso para poder hacerle un homenaje y repuntar.
Y me imaginé la competencia entre los canales por medir más, intentando, en lugar de conseguir la primicia, matar a un famoso y homenajearlo. Pero claro, después lo pensé bien, y ese día no va a llegar tan fácilmente, porque del mismo modo que se homenajea a famosos que se mueren, se crean famosos, es decir, se hace nacer famosos. Y la cantera es inagotable. Y el pensamiento debe de ser el siguiente, supongo: para cosechar, hay que sembrar. Para que muera un famoso dentro de unos años, primero debe nacer “en los medios”; entonces esa mina divina con esas tetotas, ese imitador del político de turno que se aprende una muletilla y la repite hasta el hartazgo, ese periodista de política que hace su carrera entrevistando y preguntando condescendientemente a un político lo mismo que le han preguntado mil veces (o lo que ha pactado que le va a preguntar antes de la entrevista) y se dedica a leer las noticias que salieron en los diarios como si fuese su propia “investigación periodística”, serán “una referente de las tablas y el teatro de revistas”, “un genio del humor” y un “periodista con todas las letras” ni bien se mueran. Y tendrán sus homenajes.
La cantera es inagotable.
Un verdadero artista no quiere ese tipo de homenaje después de muerto; tal vez se lo hagan igual, ejemplos sobran, pero bien se sabe que después de muerto a uno se le dificulta la protesta y la objeción, por mejor artista que se haya sido en vida. Un artista de verdad no quiere homenajes pos mortem de este tipo, de fábrica, envasados al vacío. Diría yo que un artista no está interesado en morirse; y si por alguna razón lo está, dudo que se sienta satisfecho si la recompensa es un homenaje de dos semanas, donde se proyecte su imagen y los testimonios de sus amigos, después de los resultados de la fecha del torneo apertura y antes del pronóstico del tiempo para el fin de semana.