El
Rey del Gran Imperio envía a su sobrino y a sus mejores soldados hacia el Este, a
conquistar un territorio hostil. Viendo alejarse a sus tropas, el Rey consulta
al Oráculo y éste le dice que triunfará y que lo continuará haciendo hasta
llegar a las Montañas.
El
sobrino lleva adelante la conquista del primer reino hostil. Y luego otro. Y
luego otro. Y luego otro, hasta llegar a las Montañas.
El
Rey le ordena regresar. El sobrino regresa, lleno de riquezas y gloria. El
pueblo lo aclama como a un héroe. Tiempo después, cuando el sobrino se
establece en su castillo, el Rey comienza a percibir que su sobrino tiene
demasiado poder y popularidad: comienza a temerle. El Rey considera inminente
una sublevación de su sobrino contra su corona, entonces consulta al Oráculo.
El Oráculo confirma sus temores.
El Rey comienza a mostrarse hostil con el
joven sobrino. El sobrino percibe la hostilidad del Rey. El Rey le quita
algunos privilegios. El sobrino se da cuenta de que el Rey lo va a matar en
breve, entonces decide actuar como reacción al inminente ataque: reúne a un
grupo de guerreros y toma la ciudad; captura al Rey, y lo exilia. El pueblo se
divide entre aquellos que apoyan al nuevo Rey y los que se mantienen fieles al Rey
depuesto. La fidelidad era un valor muy importante en esa civilización, tanto
como el valor.
El
Rey depuesto desde el exilio organiza una contraofensiva y se desata una guerra
civil. Hay cinco batallas gigantescas, sin antecedentes en crueldad, violencia
y cantidad de muertos. Se destruyen poblaciones enteras, se destruyen castillos
enteros. La civilización se desmorona.
El
Oráculo es detenido y condenado a muerte, no está claro por cuál de los dos
bandos; con la cabeza apoyada en un tronco, mientras el verdugo prepara
fríamente su espada, piensa: ¿si yo no hubiese confirmado los temores del Rey,
se habría sublevado su sobrino y yo estaría por ser ejecutado? ¿Fue el miedo del Rey la causa de su consulta o
fue mi vaticinio lo que produjo su miedo, y ello mi muerte?
El
Oráculo vio la cara de un niño entre el público presente en su ejecución. No
vio la espada caer, vio al niño y vio su cara. Sintió miedo. Murió con miedo. Fue
miedo, hasta que la espada le rebanó la cabeza. Murió sabiendo en qué consiste
la vida.