La gente que me rodea dice que soy raro. Pero eso en realidad no es lo peor; lo más complicado es que, a pesar de ser mucha gente la que me rodea, lo hacen muy de cerca. No forman un círculo grande a mí alrededor sino que forman un círculo de cincuenta personas, todas muy cercanas a mí, apretujadas unas con otras, mirándome directamente a los ojos y diciéndome “raro”. Algunos ni siquiera me miran, solo gritan; o al menos los que están atrás de mi no me miran siempre. En verdad no lo pude comprobar con exactitud porque cada vez que me doy vuelta me observan directamente a los ojos, pero yo noto en su mirada nerviosismo e inquietud cuando los miro fijo, inquisidoramente. Ahí se alteran y, seguramente como mecanismo de defensa, no me dicen “raro” sino que me lo gritan.
-¡Raro!- Me gritan
Creo que hasta tienen dividida la concurrencia en voz “a” y voz “b”. No he encontrado aun, si es que existe, el encargado o la encargada de los arreglos corales para darle mis felicitaciones.
-¡Salgan! ¡Déjenme en paz!- Grito a veces como para canalizar la angustia. Nunca me dejaron de decir “raro” ni mucho menos de mirarme, salvo los de atrás que…ajá… ¡maldición! Son rápidos…ya te voy a agarrar, ya vas a estar mirando para otro lado, ¡rodeador negligente!
-¡Raro!-
-¡No me griten “raro”! ¿Qué va a pensar la gente?-
-¡Raro!-
-¿No se dan cuenta que la gente me mira raro? ¿No se dan cuenta que la gente me mira y dice: mirá, mirá, mirá; ese tipo está rodeado por mucha gente que le grita “raro”?-
-¡Raro!-
-Y que la gente esa, poco a poco y producto de la curiosidad colectiva, se va aglomerando alrededor de los cincuenta rodeadores formando otro círculo, esta vez más amplio, que solo se dedica a comentar: Mirá, mirá, mirá; ese tipo está rodeado por mucha gente que le grita “raro”-
-¡Raro!-
-Mirá, mirá, mirá; ese tipo está rodeado por mucha gente que le grita “raro”-
Entonces yo me doy cuenta que cualquier cosa que diga es en vano. Decido quedarme en silencio, pero eso no me hace conseguir otra cosa que la atención de un grupo de gente que, formando un rectángulo (que incluye a los dos círculos concéntricos), comienza a decir: ese tipo está en silencio mientras lo rodean, le gritan “raro” y “mirá, mirá, mirá; ese tipo está rodeado por mucha gente que le grita “raro”-
-¡Raro!-
-Mirá, mirá, mirá; ese tipo está rodeado por mucha gente que le grita “raro”-
-Ese tipo está en silencio mientras lo rodean, le gritan “raro” y “mirá, mirá, mirá; ese tipo está rodeado por mucha gente que le grita “raro”-
Me desequilibré. Me puse pañales y agarré los moldecitos para jugar en la arena. Pero era arena movediza y mis movimientos eran bastante lentos a causa de los pañales, así que perseguí la arena por todo Montevideo pero no la alcancé. Me angustio. ¡Viva la vida! Grito frotándome una foto de Humberto de Vargas vistiendo botas tejanas y una tanga atigrada.
-¡Raro!-
-Mirá, mirá, mirá; ese tipo está rodeado por mucha gente que le grita “raro”-
-Ese tipo está en silencio mientras lo rodean, le gritan “raro” y “mirá, mirá, mirá; ese tipo está rodeado por mucha gente que le grita “raro”-
Me disfrazo del Zorro. Salgo a marcar con mi espada a la gente, pero como la “z” es muy difícil de hacer les marco con la “l” imprenta minúscula que es más fácil.
Me compré una regadera azul de plástico.
Bombilla.
Peluche.
Posmodernidad.
En fin, es lo que tiene.
domingo, 26 de octubre de 2008
domingo, 19 de octubre de 2008
Pinturas, elogios y flogs
Asumo que mi nuevo vicio, recorrer flogs, puede ser a primera vista peligroso e incomprensible. Pero...no, no hay peros en esta ocasión. Mas hay un "sin embargo". Sin embargo, luego de horas de búsqueda el milagro sucede; algo atrapa mi atención; o algo atrapa a mi atención, y la sujeta, la manosea, abusa de ella. En este caso se trata de la siguiente frase:
"HOLA ANTO. SOY EL FABRI EL MAS LINDO DE TODOS. TE CUENTO QUE TENES UNA SONRISA QUE NI PICASSO LA HUBIERA ECHO TAN PERFECTA"
Hay muchos aspectos que llamaron mi atención, y que la capturaron. Lo primero, evidentemente, que estaba escrito en mayúsculas. Eso a un pretencioso niño que escribe no se le pasa por alto.
Luego, las faltas de ortografía. Eso a un pretencioso niño que escribe pero que trabaja de docente enseñando un idioma para financiar su vida de escritor no le pasa desapercibido. Es un defecto de profesión.
Lo que llamó más mi atención, sin embargo, fue la frase final. "Te cuento que tenés una sonrisa que ni Picasso la hubiera echo tan perfecta"
Hipótesis uno:
- El comentario es una burla, y Fabri se está burlando de la sonrisa de Anto (cosa dificil de justificar, porque la susodicha era muy linda y tenía una sonrisa al tono)
Hipótesis dos:
- El comentario era un elogio, y el Picasso que yo conozco no es el mismo Picasso que conoce Fabri.
Hipótesis tres:
- Una de las dos hipótesis anteriores es correcta
Hipótesis cuatro:
- La hipótesis tres es correcta (y por lo tanto la uno o la dos también)
Hipótesis cinco:
-La hipótesis cuatro es correcta ( y por lo tanto la uno y la tres también; o la dos y la tres también).
Y así.
lunes, 13 de octubre de 2008
Conversaciones con el cura de la parroquia de acá a la vuelta
Hace unos días me fumé un porro con el cura de la parroquia de acá a la vuelta. Entre pitada y pitada, mientras comentábamos lo loco que está el mundo, y nos reíamos, no me acuerdo ahora bien de qué, el tipo me empezó a contar una historia increíble. Era algo más o menos así. Parece que como procesaron, o están por procesar, a 1700 curas en Brasil por abuso de menores, los sacerdotes del vaticano están planeando una especie de controles semanales, y eso genera cierta “inquietud”, según me dijo. Me acuerdo que dijo “inquietud”, y que puso una cara especial, porque en ese momento le había quedado un poco de dulce de leche en la comisura de los labios; a esa altura ya estábamos dale que te dale al dulce, cada uno con una cuchara de sopa. El dulce estaba en el cáliz con el que daba la misa.
A medida que pasaba el tiempo, nos reíamos como idiotas. El cura, entre carcajada y tos, me contó que lo de los curas brasileros estaba bastante organizado, que hasta había una especie de manual de abusos. Yo me horroricé. Después me reí. Con horror, pero me reí. Le pregunté si había leído el libro. Me dijo que no. Y agregó “porque no entiendo el portugués”. Yo lo miré fijo, como reprimiendo su comportamiento. El me miró, tal vez creyendo que mi mirada reprimía no su comportamiento sino su ignorancia, y me dijo “no entiendo el portugués, pero los dibujitos me quedaron claros”. Ahí no me reí.
Después sí me reí. Pero con culpa. Es que no lo podía evitar. Y después de dar unos cucharazos más al dulce de leche el cura se soltó, y ahondó en detalles acerca de los dibujitos. Eran bastante claros sí. Cualquiera los entendería; era una mezcla del Kamasutra con el album de figuritas de patito feo.
El cura se había acalorado en las descripciones, al punto que pasaba de lo meramente verbal, a la mímica.
“Y entonces le hacés así” estaba diciendo el cura, cuando el monaguillo regresó del kiosco de la estación donde compró la nueva Maxim con una trolota argentina en la tapa para masturbarse a escondidas en sus aposentos. El cura detuvo sus explicaciones corporales porque consideraba incorrecto que el pequeño monaguillo estuviese al tanto de “determinados menesteres para los que todavía no está preparado.”
La explicación siguió por un buen rato más, hasta que empezamos a charlar de nuevo acerca de la parte escrita del libro. Me contó, con la misma cara de asco que pondríamos al bajarnos un vaso de vinagre creyendo que se trata de jugo de manzana, que había un capítulo dedicado a los psicólogos. O a los “sirvientes de Satanás”, como los llamaba el clérigo. En el manual de abusos, según me dijo, había un capítulo específico dedicado a ellos. Me contó además que el resto de los capítulos estaban dedicados a consejos prácticos que acompañaban las ilustraciones. Por ejemplo, me comentó que según el manual, era preferible abusar de niños huérfanos, porque tal parece que a los padres no les gusta que se abuse sexualmente de sus hijos y pueden llegar a ser un problema. De cualquier modo me dijo que el principal problema eran los terapeutas de Belcebú o psicólogos, los cuales, a su criterio “fomentan los abusos, investigando tanto”. “Si un niño cambia de conducta- me decía el cura- ya hay un psicólogo investigando algo, o haciendo diagnósticos. No te dejan vivir. A veces vos no abusás, es un simple roce, o un pequeño correctivo en las nalgas; pero con esos no hay transa, te etiquetan por cualquier bobada” Yo lo miré. El me miró. “¿Quién alguna vez no se ha querido pasar a un niño, no?”, me dijo, guiñando un ojo. “Yo”, le respondí, honestamente. Y esa honestidad debió calar hondo, porque de pronto el servidor de dios me miró, y entre lágrimas me dijo:
-Tengo un problema
Yo había escuchado unos cuantos problemas en lo que iba de la charla, pero éste parecía afligirlo especialmente.
-¿Sabés qué pasa? – Me dijo, tapándose la cara con ambas manos, llorando a cántaros – Me van a excomulgar. Me pasé a un botija…y…usé condón.
A medida que pasaba el tiempo, nos reíamos como idiotas. El cura, entre carcajada y tos, me contó que lo de los curas brasileros estaba bastante organizado, que hasta había una especie de manual de abusos. Yo me horroricé. Después me reí. Con horror, pero me reí. Le pregunté si había leído el libro. Me dijo que no. Y agregó “porque no entiendo el portugués”. Yo lo miré fijo, como reprimiendo su comportamiento. El me miró, tal vez creyendo que mi mirada reprimía no su comportamiento sino su ignorancia, y me dijo “no entiendo el portugués, pero los dibujitos me quedaron claros”. Ahí no me reí.
Después sí me reí. Pero con culpa. Es que no lo podía evitar. Y después de dar unos cucharazos más al dulce de leche el cura se soltó, y ahondó en detalles acerca de los dibujitos. Eran bastante claros sí. Cualquiera los entendería; era una mezcla del Kamasutra con el album de figuritas de patito feo.
El cura se había acalorado en las descripciones, al punto que pasaba de lo meramente verbal, a la mímica.
“Y entonces le hacés así” estaba diciendo el cura, cuando el monaguillo regresó del kiosco de la estación donde compró la nueva Maxim con una trolota argentina en la tapa para masturbarse a escondidas en sus aposentos. El cura detuvo sus explicaciones corporales porque consideraba incorrecto que el pequeño monaguillo estuviese al tanto de “determinados menesteres para los que todavía no está preparado.”
La explicación siguió por un buen rato más, hasta que empezamos a charlar de nuevo acerca de la parte escrita del libro. Me contó, con la misma cara de asco que pondríamos al bajarnos un vaso de vinagre creyendo que se trata de jugo de manzana, que había un capítulo dedicado a los psicólogos. O a los “sirvientes de Satanás”, como los llamaba el clérigo. En el manual de abusos, según me dijo, había un capítulo específico dedicado a ellos. Me contó además que el resto de los capítulos estaban dedicados a consejos prácticos que acompañaban las ilustraciones. Por ejemplo, me comentó que según el manual, era preferible abusar de niños huérfanos, porque tal parece que a los padres no les gusta que se abuse sexualmente de sus hijos y pueden llegar a ser un problema. De cualquier modo me dijo que el principal problema eran los terapeutas de Belcebú o psicólogos, los cuales, a su criterio “fomentan los abusos, investigando tanto”. “Si un niño cambia de conducta- me decía el cura- ya hay un psicólogo investigando algo, o haciendo diagnósticos. No te dejan vivir. A veces vos no abusás, es un simple roce, o un pequeño correctivo en las nalgas; pero con esos no hay transa, te etiquetan por cualquier bobada” Yo lo miré. El me miró. “¿Quién alguna vez no se ha querido pasar a un niño, no?”, me dijo, guiñando un ojo. “Yo”, le respondí, honestamente. Y esa honestidad debió calar hondo, porque de pronto el servidor de dios me miró, y entre lágrimas me dijo:
-Tengo un problema
Yo había escuchado unos cuantos problemas en lo que iba de la charla, pero éste parecía afligirlo especialmente.
-¿Sabés qué pasa? – Me dijo, tapándose la cara con ambas manos, llorando a cántaros – Me van a excomulgar. Me pasé a un botija…y…usé condón.
lunes, 6 de octubre de 2008
Qué hacer cuando la mujer que querés no te quiere, y encima anda con otro
Escribir consejos.
Redactar una serie de consejos acerca de las cosas que se pueden hacer cuando la mujer que uno quiere no lo corresponde y encima anda con otro, es una buena forma de empezar. Sinceramente, me parece lo más natural. Si uno anda necesitado de consejos, ¿qué mejor que invertir su tiempo en hallarlos por sí mismo?
De nada sirven los libros de autoayuda o cualquier material del estilo, porque los pocos que han sido escritos con la voluntad de ayudar al sufriente son básicamente ineficaces. Sucede que cada persona reacciona de modo diferente ante situaciones similares. Un amor no correspondido, no se corresponde con ninguno de los demás amores no correspondidos; sucede que éstos son el producto de la interacción o de la acción de una de las partes de modo unilateral (cuando la mina te ignora), y por lo tanto, son subjetivas.
En otras palabras, si el asunto es entre individuos, las reacciones son también individuales, y por definición, distintas. Subjetivas, como decía.
Esa subjetividad, exacerbada, tal vez, me obliga a advertir que puede existir cierta relatividad en la verdad y eficacia de los consejos que pretendo brindar. Incluso en éste mismo.
* *
Jugar al Winning Eleven.
Una manera bastante entretenida de enfrentar la triste situación de no correspondencia es ocupar el tiempo que de otro modo se ocuparía en los menesteres amorosos con la mujer querida, jugando al play station. También puede recomendarse el mismo juego en PC. Incluso se puede utilizar otro juego, siempre y cuando se pueda conseguir un grado de adicción u obsesión con el suficiente poder como para desplazar a las urgencias amatorias.
* * *
Consumir estupefacientes
En este punto se debe apostar a la apertura. Da lo mismo que sea una droga legal o ilegal, recetada o automedicada; el tema es engancharse con algo que a uno le vaya arruinando la vida de a poco. Entonces al mismo tiempo que se va creando una necesidad física y uno termina sintiendo cierta satisfacción al consumir la sustancia en cuestión, se sustituye el dolor de la ausencia de la mujer querida por la fisura en la espera a que se despierte de la siesta el loco de la boca y te venda de una vez; o lo sustituye por el temblor de manos al tomar la caja que contiene la tableta con las pastillas tranquilizantes minutos antes de acostarse a tratar de dormir por segunda o tercera vez en la semana. Y ya es viernes.
Ponerse ciego, lento, estúpido o directamente pasar durmiendo despierto, funciona durante un tiempo, pero no por más de uno o dos meses. Cuando el aparato anímico se acostumbra al sedante o estimulante, sea éste el que sea, deja de funcionar. El cuerpo puede sudar y temblar pidiendo la rayita o la pastillita, pero eso ya no es útil. La falta de ESA mujer volvió. Uno no se puede olvidar de lo que se acaba de acordar.
La mina no te quiere. Y encima sos un adicto.
Mirate. Sos una mugre.
* * *
Leer compulsivamente
No estoy seguro si se trata solamente de leer compulsivamente, o si también se debe incluir el hecho de comprar libros con mayor asiduidad y apilarlos, auto imponiéndose determinados órdenes a la hora de leerlos. Ya sean éstos órdenes cronológicos con respecto a su compra o a su edición, temáticos, de idioma, o de género; a la hora de leerlos lo que uno está haciendo es sustituir la disciplina de pareja; usted está reforzando el super yo, en definitiva, poniéndose los límites normales que existirían si usted tuviese a la persona que no vamos a volver a nombrar para no hacerle sentir peor aun, a su lado.
Por otra parte no olvide, aunque esto le cause cierto rechazo al principio, y le suene solo a un consuelo tonto, que usted se está transformando en una mejor persona. Y eso es siempre bueno.
Yo, particularmente, prefiero ser mejor que peor. Es uno de esos caprichos que uno se puede dar, de vez en cuando.
* * * *
Fingir que a uno le interesan las anécdotas de sus padres
Desde tiempos ancestrales el ser humano viene escondiéndose de los problemas que lo afectan. O bien corre del mamut que lo persigue para matarlo y se esconde en la caverna; o bien se refugia en la cueva para resistir el frío; o bien le escapa al señor ese de sotana que le grita “hereje” con antorcha y cruz en mano; o bien le escapa al señor de verde con la metralleta; o bien le escapa al vacío y a la angustia del rechazo corriendo como un loco al vientre materno, o en el mejor de los casos, a la protección paterna.
Por favor trate de no meterse en el vientre materno.
Mantenga su dignidad, y por sobre todas las cosas, la dignidad de su madre. Uno, por más rechazado que se sienta, no tiene derecho a violentar a su madre de semejante modo. No hay que entrar siempre por el lugar desde el cual se salió. Nadie nos da ese derecho.
Con respecto a la protección paterna, poco más hay que decir de su utilidad; tal vez solo que un padre es todo lo que no queremos ser, y todo lo que indefectiblemente terminaremos siendo.
Y así ante la angustia y el dolor, acudimos a nuestros padres. Es una buena estrategia, si se usa con mesura. El equilibrio ante todo. Tal vez, producto del rechazo sistemático uno puede, en una de esas, llegar a sentirse mal, y querer hacer algo que lo haga sentir bien; ese algo puede ser escuchar a sus padres y sentirse bien con uno mismo, haciendo la buena acción del día, desprendiéndose de la molesta sensación de culpa.
Ellos tendrán mil anécdotas e intereses que para usted son una reverenda bosta, y hablo de esa bosta verdosa, espesa, olorosa y maciza; pero usted fingirá interés en esas cosas para obtener a cambio una momentánea sensación de seguridad, de certidumbre, una especie de regresión a aquella época cuando usted era un tipo normal que no había sido envuelto por los encantos de la mujer a la cual, por su bien, intentaremos no hacer más referencias.
Este consejo no tiene fecha de caducidad, siempre y cuando no se use de forma continua. De otro modo, al igual que con la droga, se pierde el efecto anestésico deseado.
* * * * *
Emborracharse con sus amigos
Si hace falta romper las felices parejas que pueden tener sus amigos exigiéndoles que salgan con usted a tomar cerveza y a escuchar lo miserable que es su vida en lugar de ir a esa cena en lo de la familia de la novia, está en todo su derecho. Para eso están sus amigos; para ayudarlo a usted, arruinándose ellos. Como lo han arruinado ellos de algún modo, y en algún momento, a usted. La amistad consiste en sacrificarse por el otro como no lo haría por nadie más, y exigirles sacrificios a otros en pos de su bienestar como no se los exigiría a nadie más.
Tome. Tome mucho. Arruínese el estómago; llore, ría, cante retiradas de murga abrazando a sus amigos, filosofe sentado en el cordón de la vereda hasta que los vecinos fascistas llamen al patrullero y se tenga que ir a otra vereda, o en busca de otra cerveza. Exteriorice esa ignorancia de cómo funciona el mundo con aquellos que comprenden tan poco como usted, pero no les importa.
Porque son sus amigos.
Y por que les gusta tomar.
Al igual que algunas actividades anteriores, se debe realizar con moderación. Cambiar mal de amores por cirrosis, no es siempre el mejor negocio.
* * * * * *
Aprender a hacer helado de limón casero
Funciona. Debajo le extiendo la receta básica para hacer helado casero de limón. Tenga en cuenta que la clave para olvidar a la persona que prometimos no volver a mencionar, está en exprimir los limones. Cuando lo haga, imagine que los limones no son otra cosa que representaciones tangibles de la cabeza del novio de la mujer que usted ama, y el jugo de limón, su sangre. A mayor envidia, exprimida más potente; a exprimida más potente, más jugo; a más jugo, mejor helado; a mejor helado, más satisfacción momentánea. Y, en consecuencia, a mayor satisfacción momentánea, menor dolor perpetuo
Ingredientes:
Cuatro limones
Dos tazas de leche
Una taza de azúcar
Implementos:
Recipiente de plástico que pueda albergar al menos un litro de helado
Una cuchara de sopa
Un exprimidor
(no juguera porque sino se pierde el efecto catártico)
Al menos una taza
Un congelador
Procedimiento:
Llene una taza de leche
Vierta su contenido en el recipiente
Vuelva a realizar el mismo procedimiento, una vez más
Exprima los cuatro limones
Vierta el jugo de los limones en el recipiente
Revuelva la leche y el jugo de limón con la cuchara de sopa
Llene una taza con azúcar
Vierta el contenido de la taza en el recipiente
Revuelva nuevamente con la cuchara de sopa
Cuando el líquido esté espeso y con un color uniforme póngalo en el congelador
Espere a que se congele
Listo.
* * * * * * *
Redactar una serie de consejos acerca de las cosas que se pueden hacer cuando la mujer que uno quiere no lo corresponde y encima anda con otro, es una buena forma de empezar. Sinceramente, me parece lo más natural. Si uno anda necesitado de consejos, ¿qué mejor que invertir su tiempo en hallarlos por sí mismo?
De nada sirven los libros de autoayuda o cualquier material del estilo, porque los pocos que han sido escritos con la voluntad de ayudar al sufriente son básicamente ineficaces. Sucede que cada persona reacciona de modo diferente ante situaciones similares. Un amor no correspondido, no se corresponde con ninguno de los demás amores no correspondidos; sucede que éstos son el producto de la interacción o de la acción de una de las partes de modo unilateral (cuando la mina te ignora), y por lo tanto, son subjetivas.
En otras palabras, si el asunto es entre individuos, las reacciones son también individuales, y por definición, distintas. Subjetivas, como decía.
Esa subjetividad, exacerbada, tal vez, me obliga a advertir que puede existir cierta relatividad en la verdad y eficacia de los consejos que pretendo brindar. Incluso en éste mismo.
* *
Jugar al Winning Eleven.
Una manera bastante entretenida de enfrentar la triste situación de no correspondencia es ocupar el tiempo que de otro modo se ocuparía en los menesteres amorosos con la mujer querida, jugando al play station. También puede recomendarse el mismo juego en PC. Incluso se puede utilizar otro juego, siempre y cuando se pueda conseguir un grado de adicción u obsesión con el suficiente poder como para desplazar a las urgencias amatorias.
* * *
Consumir estupefacientes
En este punto se debe apostar a la apertura. Da lo mismo que sea una droga legal o ilegal, recetada o automedicada; el tema es engancharse con algo que a uno le vaya arruinando la vida de a poco. Entonces al mismo tiempo que se va creando una necesidad física y uno termina sintiendo cierta satisfacción al consumir la sustancia en cuestión, se sustituye el dolor de la ausencia de la mujer querida por la fisura en la espera a que se despierte de la siesta el loco de la boca y te venda de una vez; o lo sustituye por el temblor de manos al tomar la caja que contiene la tableta con las pastillas tranquilizantes minutos antes de acostarse a tratar de dormir por segunda o tercera vez en la semana. Y ya es viernes.
Ponerse ciego, lento, estúpido o directamente pasar durmiendo despierto, funciona durante un tiempo, pero no por más de uno o dos meses. Cuando el aparato anímico se acostumbra al sedante o estimulante, sea éste el que sea, deja de funcionar. El cuerpo puede sudar y temblar pidiendo la rayita o la pastillita, pero eso ya no es útil. La falta de ESA mujer volvió. Uno no se puede olvidar de lo que se acaba de acordar.
La mina no te quiere. Y encima sos un adicto.
Mirate. Sos una mugre.
* * *
Leer compulsivamente
No estoy seguro si se trata solamente de leer compulsivamente, o si también se debe incluir el hecho de comprar libros con mayor asiduidad y apilarlos, auto imponiéndose determinados órdenes a la hora de leerlos. Ya sean éstos órdenes cronológicos con respecto a su compra o a su edición, temáticos, de idioma, o de género; a la hora de leerlos lo que uno está haciendo es sustituir la disciplina de pareja; usted está reforzando el super yo, en definitiva, poniéndose los límites normales que existirían si usted tuviese a la persona que no vamos a volver a nombrar para no hacerle sentir peor aun, a su lado.
Por otra parte no olvide, aunque esto le cause cierto rechazo al principio, y le suene solo a un consuelo tonto, que usted se está transformando en una mejor persona. Y eso es siempre bueno.
Yo, particularmente, prefiero ser mejor que peor. Es uno de esos caprichos que uno se puede dar, de vez en cuando.
* * * *
Fingir que a uno le interesan las anécdotas de sus padres
Desde tiempos ancestrales el ser humano viene escondiéndose de los problemas que lo afectan. O bien corre del mamut que lo persigue para matarlo y se esconde en la caverna; o bien se refugia en la cueva para resistir el frío; o bien le escapa al señor ese de sotana que le grita “hereje” con antorcha y cruz en mano; o bien le escapa al señor de verde con la metralleta; o bien le escapa al vacío y a la angustia del rechazo corriendo como un loco al vientre materno, o en el mejor de los casos, a la protección paterna.
Por favor trate de no meterse en el vientre materno.
Mantenga su dignidad, y por sobre todas las cosas, la dignidad de su madre. Uno, por más rechazado que se sienta, no tiene derecho a violentar a su madre de semejante modo. No hay que entrar siempre por el lugar desde el cual se salió. Nadie nos da ese derecho.
Con respecto a la protección paterna, poco más hay que decir de su utilidad; tal vez solo que un padre es todo lo que no queremos ser, y todo lo que indefectiblemente terminaremos siendo.
Y así ante la angustia y el dolor, acudimos a nuestros padres. Es una buena estrategia, si se usa con mesura. El equilibrio ante todo. Tal vez, producto del rechazo sistemático uno puede, en una de esas, llegar a sentirse mal, y querer hacer algo que lo haga sentir bien; ese algo puede ser escuchar a sus padres y sentirse bien con uno mismo, haciendo la buena acción del día, desprendiéndose de la molesta sensación de culpa.
Ellos tendrán mil anécdotas e intereses que para usted son una reverenda bosta, y hablo de esa bosta verdosa, espesa, olorosa y maciza; pero usted fingirá interés en esas cosas para obtener a cambio una momentánea sensación de seguridad, de certidumbre, una especie de regresión a aquella época cuando usted era un tipo normal que no había sido envuelto por los encantos de la mujer a la cual, por su bien, intentaremos no hacer más referencias.
Este consejo no tiene fecha de caducidad, siempre y cuando no se use de forma continua. De otro modo, al igual que con la droga, se pierde el efecto anestésico deseado.
* * * * *
Emborracharse con sus amigos
Si hace falta romper las felices parejas que pueden tener sus amigos exigiéndoles que salgan con usted a tomar cerveza y a escuchar lo miserable que es su vida en lugar de ir a esa cena en lo de la familia de la novia, está en todo su derecho. Para eso están sus amigos; para ayudarlo a usted, arruinándose ellos. Como lo han arruinado ellos de algún modo, y en algún momento, a usted. La amistad consiste en sacrificarse por el otro como no lo haría por nadie más, y exigirles sacrificios a otros en pos de su bienestar como no se los exigiría a nadie más.
Tome. Tome mucho. Arruínese el estómago; llore, ría, cante retiradas de murga abrazando a sus amigos, filosofe sentado en el cordón de la vereda hasta que los vecinos fascistas llamen al patrullero y se tenga que ir a otra vereda, o en busca de otra cerveza. Exteriorice esa ignorancia de cómo funciona el mundo con aquellos que comprenden tan poco como usted, pero no les importa.
Porque son sus amigos.
Y por que les gusta tomar.
Al igual que algunas actividades anteriores, se debe realizar con moderación. Cambiar mal de amores por cirrosis, no es siempre el mejor negocio.
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Aprender a hacer helado de limón casero
Funciona. Debajo le extiendo la receta básica para hacer helado casero de limón. Tenga en cuenta que la clave para olvidar a la persona que prometimos no volver a mencionar, está en exprimir los limones. Cuando lo haga, imagine que los limones no son otra cosa que representaciones tangibles de la cabeza del novio de la mujer que usted ama, y el jugo de limón, su sangre. A mayor envidia, exprimida más potente; a exprimida más potente, más jugo; a más jugo, mejor helado; a mejor helado, más satisfacción momentánea. Y, en consecuencia, a mayor satisfacción momentánea, menor dolor perpetuo
Ingredientes:
Cuatro limones
Dos tazas de leche
Una taza de azúcar
Implementos:
Recipiente de plástico que pueda albergar al menos un litro de helado
Una cuchara de sopa
Un exprimidor
(no juguera porque sino se pierde el efecto catártico)
Al menos una taza
Un congelador
Procedimiento:
Llene una taza de leche
Vierta su contenido en el recipiente
Vuelva a realizar el mismo procedimiento, una vez más
Exprima los cuatro limones
Vierta el jugo de los limones en el recipiente
Revuelva la leche y el jugo de limón con la cuchara de sopa
Llene una taza con azúcar
Vierta el contenido de la taza en el recipiente
Revuelva nuevamente con la cuchara de sopa
Cuando el líquido esté espeso y con un color uniforme póngalo en el congelador
Espere a que se congele
Listo.
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domingo, 5 de octubre de 2008
Día del patrimonio (o no te salgo a la calle ni loco)
Ah, yo hoy no te salgo a la calle ni loco. No señor. No con toda esa gente sacando fotos como japoneses cocainómanos a máquinas de tren de hace dos siglos. Yo no te salgo a la calle a tener que explicarle a señores ricos que asoman su cabeza por la ventana de sus super camionetas el porqué del nombre del barrio: ¡leé el folletito que tenés en la mano, pelotudo!
Este año no voy a caer en el mismo error del año pasado...
No, no sé si hay algún "super" abierto. No señora, no sé. No sé. No sé. ¡Dejenme en paz! Es domingo, tengo resaca, el sol me da en la cara y no estoy de ánimo para ser guía turístico. Y menos para usté, señorita. Si no hubiese pasado usté tres horas en la cama solar no tendría necesidad de preguntarme, como lo hizo el año pasado, "¿dónde hay una tienda de cosméticos, que necesito crema humectante?" ¡Tienda de cosméticos! ¡En peñarol! No tenemos semáforos y querés "tienda de cosméticos". Ni sé bien lo que es una tienda de cosméticos.
Te digo que estos ricos tienen sentido del humor.
¿Y vos rubia? ¿Qué me mirás así? ¿Qué? Qué mirás a la gente con esa cara de "¿se les podrá tirar caramelos?" No te hagas la estrella, flaquita; que acá nos gustan las mujeres de verdad, no las modelos anoréxicas europeizadas con piel naranja y botellita de agua mineral como vos. Acá ninguna mina tiene nada que envidiarte a vos, chetita. Y no, no te miramos porque seas linda...no señorita. Miramos la camioneta que maneja tu papi y nos imaginamos lo que le pasaría si estuviese en ese mismo lugar, pero después de las nueve de la noche. ¿Por qué no mirás con esa carita sobradora a los lateros que salen a robar macetas para conseguir la dosis del día, cuando cae la tarde? A ellos les va a encantar que los mires así.
Oligarcas de mierda.
Me cago en el turismo interno, ¡no te queremos acá! NO TE QUEREMOS ACÁ.
Te odio.
Los odio.
Si a nosotros nos para la policía en tu barrio (si es que logramos llegar) y nos pregunta qué estamos haciendo ahí, como si fuese de por sí un delito estar en el barrio que no es el propio, ¿qué te hace creer que nos caés bien? ¡Andate de acá!
Oligarca go home!
Este año no voy a caer en el mismo error del año pasado...
No, no sé si hay algún "super" abierto. No señora, no sé. No sé. No sé. ¡Dejenme en paz! Es domingo, tengo resaca, el sol me da en la cara y no estoy de ánimo para ser guía turístico. Y menos para usté, señorita. Si no hubiese pasado usté tres horas en la cama solar no tendría necesidad de preguntarme, como lo hizo el año pasado, "¿dónde hay una tienda de cosméticos, que necesito crema humectante?" ¡Tienda de cosméticos! ¡En peñarol! No tenemos semáforos y querés "tienda de cosméticos". Ni sé bien lo que es una tienda de cosméticos.
Te digo que estos ricos tienen sentido del humor.
¿Y vos rubia? ¿Qué me mirás así? ¿Qué? Qué mirás a la gente con esa cara de "¿se les podrá tirar caramelos?" No te hagas la estrella, flaquita; que acá nos gustan las mujeres de verdad, no las modelos anoréxicas europeizadas con piel naranja y botellita de agua mineral como vos. Acá ninguna mina tiene nada que envidiarte a vos, chetita. Y no, no te miramos porque seas linda...no señorita. Miramos la camioneta que maneja tu papi y nos imaginamos lo que le pasaría si estuviese en ese mismo lugar, pero después de las nueve de la noche. ¿Por qué no mirás con esa carita sobradora a los lateros que salen a robar macetas para conseguir la dosis del día, cuando cae la tarde? A ellos les va a encantar que los mires así.
Oligarcas de mierda.
Me cago en el turismo interno, ¡no te queremos acá! NO TE QUEREMOS ACÁ.
Te odio.
Los odio.
Si a nosotros nos para la policía en tu barrio (si es que logramos llegar) y nos pregunta qué estamos haciendo ahí, como si fuese de por sí un delito estar en el barrio que no es el propio, ¿qué te hace creer que nos caés bien? ¡Andate de acá!
Oligarca go home!
miércoles, 1 de octubre de 2008
La revolución empieza en el baño
Hoy voy a empezar la revolución.
De este simple acto al comunismo libertario hay una gran distancia;
pero no me importa.
O, precisamente, me importa mucho.
Hoy voy a empezar la revolución,
y lo haré del siguiente modo: lavando ese par de medias que está tirado en el baño.
Si lo dejo ahí,
comenzará la competencia en casa
para ver quién es más neurótico
y lava ese par de medias primero;
y de seguro ganará mi madre.
Ella tiene el culpómetro más potente que conozco.
Y no es justo que ella lave ese par de medias.
Porque ese es mi par de medias
La canción de la polla dice,
destilando ironía,
“Hoy haré la revolución, en mi coche nuevo”;
yo hoy haré la revolución lavando un par de medias.
Es fácil:
agarro las medias,
las pongo en agua,
agarro jabón,
y frota que te frota,
frota que te frota,
la explotación explota.
Hoy voy a empezar la revolución en mi baño.
Soy conciente que las revoluciones no son un acto individual,
al menos no exclusivamente,
así que insto a todos y todas,
a empezar la revolución;
hoy mismo en lo posible.
Y cada uno en donde crea que debe comenzar.
Yo empezaré la revolución en el baño.
Que aquella que no sabe hacer mezcla y poner azulejos,
aprenda.
Que el que no sabe cocinar, que aprenda.
Ojo, no pretendo ser vanguardia de nada.
Solo digo que hoy voy a empezar la revolución
y no quiero hacerlo solo.
Ella no sabe arreglar la cisterna pero quiere aprender;
ella es revolucionaria y compañera;
aquel no sabe cocinar pero lo va a intentar;
él es compañero y revolucionario.
Ellos no saben coser, pero lo van a intentar;
ellos son Durruti.
Ellas no saben arreglar el enchufe, pero no temen aprender;
ellas son las madres de la plaza.
Lamento que el texto quede así,
sin un final,
ni un redondeo de ideas;
pero es que no tengo tiempo.
Hoy voy a empezar la revolución.
De este simple acto al comunismo libertario hay una gran distancia;
pero no me importa.
O, precisamente, me importa mucho.
Hoy voy a empezar la revolución,
y lo haré del siguiente modo: lavando ese par de medias que está tirado en el baño.
Si lo dejo ahí,
comenzará la competencia en casa
para ver quién es más neurótico
y lava ese par de medias primero;
y de seguro ganará mi madre.
Ella tiene el culpómetro más potente que conozco.
Y no es justo que ella lave ese par de medias.
Porque ese es mi par de medias
La canción de la polla dice,
destilando ironía,
“Hoy haré la revolución, en mi coche nuevo”;
yo hoy haré la revolución lavando un par de medias.
Es fácil:
agarro las medias,
las pongo en agua,
agarro jabón,
y frota que te frota,
frota que te frota,
la explotación explota.
Hoy voy a empezar la revolución en mi baño.
Soy conciente que las revoluciones no son un acto individual,
al menos no exclusivamente,
así que insto a todos y todas,
a empezar la revolución;
hoy mismo en lo posible.
Y cada uno en donde crea que debe comenzar.
Yo empezaré la revolución en el baño.
Que aquella que no sabe hacer mezcla y poner azulejos,
aprenda.
Que el que no sabe cocinar, que aprenda.
Ojo, no pretendo ser vanguardia de nada.
Solo digo que hoy voy a empezar la revolución
y no quiero hacerlo solo.
Ella no sabe arreglar la cisterna pero quiere aprender;
ella es revolucionaria y compañera;
aquel no sabe cocinar pero lo va a intentar;
él es compañero y revolucionario.
Ellos no saben coser, pero lo van a intentar;
ellos son Durruti.
Ellas no saben arreglar el enchufe, pero no temen aprender;
ellas son las madres de la plaza.
Lamento que el texto quede así,
sin un final,
ni un redondeo de ideas;
pero es que no tengo tiempo.
Hoy voy a empezar la revolución.
Circo
Hoy se me metió un circo en la mochila. En el ómnibus me moría de la vergüenza, porque el ruido de la música y el rugir de los tigres llamaban la atención de los pasajeros. En un momento, accidentalmente, uno de los trapecistas asomó la cabeza por un agujero de bala hecho por el hombre- bala. Por suerte nadie lo vio y quedé más o menos al resguardo de los malos comentarios de los demás.
Por otra parte, el número de los payasos era muy triste, no en tanto que mal efectuado, sino porque se basaba en el relato de la trágica muerte de la madre de uno de ellos y el suicidio de la madre del otro. Me puse un poco triste, pero no al extremo del llanto. Nadie en el ómnibus pareció notarlo.
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