Miguel estaba en el piso, con la espalda contra la pared, arrinconado. Las ventanas, firmemente cerradas, apenas permitían que se oyera el ruido de la lluvia torrencial y el zumbido del viento. Miguel sostenía la cuerda con sus manos temblorosas –el efecto de la morfina empezaba a desvanecerse- cuando unos golpes en la puerta interrumpieron la acción. Solamente podía ser Laura.
Lentamente Miguel se incorporó, dio unos pasos a tientas a través de la penumbra del lugar llevándose por delante un banquito, y finalmente logró llegar a la puerta para abrirla.
-Hola- dijo Laura, mirando la cuerda que Miguel aun conservaba en sus manos. -¿Otra vez?- preguntó, entrando al diminuto apartamento. Miguel se hizo a un costado y la dejó pasar. Luego, tiró la cuerda sobre la cama.
-Llueve- dijo Laura, quitándose el pilot empapado.
-Nunca voy a poder hacerlo si seguís viniendo- dijo finalmente Miguel.
Es extraño leer una historia y que aparezca mi nombre. :)
ResponderEliminarEspero que seas Laura y prepares buenos mates. Si sos Miguel estás medio jodido =/
ResponderEliminarMe gusta me gusta
ResponderEliminarDeberían generar una subrutina: ella hace un café de mierda y él se pega un tiro.
ResponderEliminarMuy bueno.
La subrutina necesitaría de un requisito para ser tal: Miguel tendría que errar el tiro.
ResponderEliminarMe alegra que les guste.
Estás escribiendo muy lindo. Me gusta mucho.
ResponderEliminarPues muchas gracias Mariana. Tu no estás escribiendo, y eso no me gusta nada.
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